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Buscamos al Buen Pastor
Publicaciones Orden de Sion - Reflexiones Espirituales
Escrito por Sion de Bouillon   

 

Para ayudarnos a contestar en el interior de nuestro corazón, es posible que nos ayude el orar con el siguiente Salmo:

El Señor es mi pastor, nada me falta.
En prados de hierba fresca me hace reposar,
me conduce junto a fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el camino justo,
haciendo honor a Su Nombre.
Aunque pase por un valle tenebroso,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.

Tu vara y Tu cayado me dan seguridad.
Me preparas un banquete
enfrente de mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu amor y Tu bondad me acompañan
todos los días de mi vida;
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Este Salmo es uno de los más comentados y orados a lo largo de los siglos, tanto por la tradición judía como por la cristiana. También es uno de los más usados en el arte. Basta recordar las numerosas pinturas de las catacumbas.

En ellas se suele representar a Jesús como un joven sin barba, de pie, con vestido corto y zurrón, con una oveja sobre sus hombros y la cabeza suavemente apoyada sobre la oveja. En la Liturgia cristiana se lee como Salmo Responsorial en distintas fiestas del Señor y se propone para todo tipo de celebraciones. Es un texto hermoso y poético, que nos habla de la ternura de Dios y de los sentimientos que experimenta quién se encuentra con Él: Alegría, paz, seguridad, confianza y plenitud de vida.

Nos encontramos con dos imágenes distintas: En la primera parte, la del pastor que cuida de sus ovejas (versículos 1-4) y en la segunda, la del señor de la casa que acoge a un huésped (versículos 5-6). Sin embargo, nos solemos fijar principalmente en la primera, y normalmente, es conocido como el Salmo del Buen Pastor. La primera parte está escrita en tercera persona del singular (el Señor es mi Pastor, me hace reposar, me conduce, repara, me guía, hace honor), mientras que la segunda está escrita en segunda persona del singular (Tú me preparas, perfumas, Tu amor y Tu bondad me acompañan). El último versículo está en primera persona del singular (yo habitaré). El verso central (Tú estás conmigo) es el punto de unión entre las dos partes, ya que pertenece al primer bloque, pero está en segunda persona, como el segundo. Los símbolos que desarrolla son universales: El camino, el agua, la oscuridad de la noche, el banquete, los perfumes...., y pueden interpelar por igual a los hombres de antiguas culturas rurales como a los de las modernas civilizaciones urbanas.

“El Señor es mi Pastor”. El titulo de “pastor” para nombrar a los reyes y guías del pueblo es habitual en el Oriente antiguo, así como en Grecia y en otros pueblos. La Biblia lo utiliza varias veces para hablar de Dios, tanto en los libros históricos como en los proféticos, en los poéticos y en los sapienciales (Génesis 49,24; Isaías 40,11; Salmo 80,2; Eclesiástico 18,13; etc.). Dios mismo, en el capítulo 34 del Profeta Ezequiel, se compara a Sí mismo con un Pastor que quiere cuidar, proteger y alimentar a Sus fieles. Como los jefes del Pueblo han sido malos pastores, porque han utilizado a las ovejas en su propio provecho, Dios se ocupará personalmente de cada una, cubriendo todas sus necesidades: “Vosotros os bebéis su leche, os vestís con su lana, matáis las ovejas gordas, pero no apacentáis el rebaño, ni robustecéis a las flacas, ni vendáis a las heridas, ni buscáis la perdida....Yo mismo buscaré a mis ovejas y las apacentaré....

Buscaré a la oveja perdida y traeré a la descarriada, vendaré a la herida, robusteceré a la flaca, cuidaré a la gorda. Las apacentaré como se debe. Son imágenes tiernas, que nos hablan de un amor personal de Dios por su rebaño, que no nos trata a todos por igual, sino que sale a nuestro encuentro, respondiendo a las necesidades y esperanzas concretas de cada uno.

“Nada me falta”. Tanto en Israel como en todo el Medio Oriente no abundan ni el agua ni los pastos. Pasar hambre y sed es una experiencia ordinaria cuando se atraviesan los amplios espacios desérticos. Quien ve los rebaños de los beduinos se extraña de los extremadamente flacos que están los animales. En este contexto se comprende lo grande que es poder hablar de abundancia, afirmar que no se carece de nada. Santa Teresa de Jesús escribió: “Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta”.

“En prados de hierba fresca me hace reposar”. Conseguir hierba en el desierto es ya suficiente para sobrevivir, pero si además, la hierba es fresca, el hallazgo se convierte en una fiesta. Después de un camino árido y polvoriento, la sola vista de un prado invita al descanso. Las ovejas pueden reposar después de haber comido, en las horas en que el excesivo calor no permite desplazarse: “Dime dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas a sestear al mediodía” (Cantar de los Cantares 1,7).

“Me conduce junto a fuentes tranquilas”. El agua no sólo quita la sed. También limpia del polvo del camino y refresca. El mismo sonido de la fuente relaja y hace olvidar las fatigas. Pero las fuentes son los lugares más peligrosos para los rebaños. Tanto los lobos como los salteadores saben que allí terminan acudiendo a beber y se esconden esperando a sus presas. El salmo subraya que las fuentes a las que nos conduce nuestro pastor son “tranquilas”, seguras. La Sagrada Escritura usa muchas veces el símbolo de la sed para hablar del deseo de Dios y del agua para hablar del don del Espíritu Santo. “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a Ti, Dios mío. Mi alma tiene sed de Dios...” (Salmo 42,2-3). “Os rociaré con agua pura y os purificaré de todas vuestras impurezas. Os daré un corazón nuevo y os infundiré Mi Espíritu...” (Ezequiel 36,25ss).

“Y repara mis fuerzas”. Después del cansancio del camino, el alimento, la bebida y el descanso nos hacen tomar fuerzas para poder seguir caminando. Literalmente dice: “Repara mi aliento, mi alma”, entendido como mi vigor y mi vida también. En algunas ocasiones nos sentimos agotados y nos parece que ya no podemos más. Es el momento de escuchar las palabras del Salmo 27: “El señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?. El Señor es mi fuerza y mi energía, ¿quién me hará temblar?. Aunque los malvados se levanten contra mí...Él me recogerá en Su tienda...Aunque mi padre y mi madre me abandonen, Él me acogerá”.

“Me guía por el camino justo”. La experiencia de caminar acompaña a todo hombre. Nos desplazamos de un sitio a otro y toda nuestra vida es un camino. A veces equivocamos la senda, porque, como nos recuerda Antonio Machado: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. El pastor adapta su paso a la necesidad de las ovejas, va en busca de un lugar bueno para ellas. Para los hombres, decir esto es confesar que el Señor nos guía por el camino justo, el único bueno, aunque no lo entendamos inmediatamente. Él nos lleva al mejor lugar, que nosotros solos no podríamos encontrar: Las fuentes tranquilas, el agua que produce paz y calma la sed más profunda del que la bebe: “Te guiaré por el camino de la sabiduría, te conduciré por sendas justas” (Proverbios 4,11). “Peregrino soy en esta tierra, no me ocultes tus mandatos.....Enséñame, Señor, Tu camino para que lo siga” (Salmo 119,19,33).

“Haciendo honor a Su Nombre”. El pastor que cumple bien su trabajo, que cuida de su rebaño, lo alimenta, lo protege y lo guía por los caminos acertados, hace honor a su nombre. “El asalariado, que no es verdadero pastor ni propietario de las ovejas, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye; y el lobo hace presa de ellas. Se porta así porque trabaja únicamente por la paga y no le importan las ovejas. Yo Soy el Buen Pastor que conozco a Mis ovejas y cada una de ellas es importante para Mí” (Juan 10,12ss).

“Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré”. El pastor nos da tanta seguridad, que hasta podríamos atravesar con él el valle tenebroso. La oscuridad del valle da miedo por los peligros que puede esconder, porque no se ve el camino, por la semejanza entre las tinieblas y la muerte. Este salmo, para decir “tinieblas”, utiliza una palabra rara, que no se usa casi nunca: “Salmawet” y que podríamos traducir por “oscuro como la muerte”.

En hebreo, “mawet” significa “muerte”. La muerte es evocada para el lector por la oscuridad del valle y por la palabra con la que se habla de esta oscuridad. De hecho, la Biblia griega traduce “aún si camino por el valle de la muerte, no temo, porque Tú me acompañas”. Una imagen de gran fuerza para recordarnos nuestra condición de mortales en un contexto de gran dulzura. 

(continuará)


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