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El Hombre según los Registros Akáshicos
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por María de Aquitania   
Martes, 14 de Abril de 2009 20:34

 

Los cuerpos y el alma del hombre, son cosas finitas y por tanto, cambiarán. Pero el hombre, en sí mismo, no es el cuerpo ni tampoco el alma: Es un Espíritu y es parte de Dios.

El Fiat, dio al hombre espiritual un alma, para que pudiera funcionar en el plano del alma; le dio un cuerpo carnal para que pudiera funcionar en el campo de las cosas manifiestas.

El hombre, es un pensamiento de Dios y todos Sus pensamientos son infinitos, no son medidos por el tiempo, pues las cosas relacionadas con el tiempo, comienzan y acaban.

Pero el hombre, como cualquier pensamiento de Dios, no fue más que una semilla; una semilla que encerraba consigo las Potencias de Dios, así como la semilla de cualquier planta de la Tierra, lleva consigo todos los atributos de cada parte de esta planta en especial.

Así, el hombre-espíritu, como semilla de Dios, guarda en lo profundo de sí, los atributos de cada una de las partes. La semilla humana, que salió del corazón de Dios, fue orientada completamente para ser el señor del plano del alma y de los planos de las cosas manifestadas.

El plano del alma, no es más que el éter del plano del espíritu, que no vibra tan rápido, y en el ritmo más lento de éste plano se manifiestan las esencias de la vida; los perfumes, los olores, las verdaderas sensaciones. El amor tomó carne humana y el hombre tomó forma carnal.

Sin el enemigo, el soldado, nunca reconoce su fuerza y de igual modo, el pensamiento debe ser desarrollado mediante el ejercicio de la fuerza. Así como ésta naturaleza carnal pronto se convirtió en un enemigo que el hombre debe combatir para que se manifieste el poder de Dios, el hombre volverá a ganar su condición perdida pero a través de duras pruebas.

El hombre, será salvado, redimido y perfeccionado por todo lo que sufra en el plano de la carne y en el plano del alma y cuando el hombre haya conquistado las cosas carnales, su vestimenta de carne habrá cumplido su propósito y cesará de existir.

En el plano del alma, deberá completar su victoria y cuando lo haya conquistado todos los enemigos del alma, la semilla será abierta por completo y se desarrollará en el Santo Aliento. Entonces, el hombre alcanzará la beatitud de la perfección, y será uno con Dios.

Nunca hubo un tiempo en que el hombre no existiera. Todo lo que empieza, tendrá un fin; si el hombre no hubiera existido, llegaría un día en que dejaría de existir.

En el libro de la Memoria de Dios leemos: El Dios Trino respiró, y ante Él aparecieron Siete Espíritus (los Siete Elohim). Ellos son los que con su ilimitado poder, crearon todo lo que es o ha sido, y se movieron por el espacio sin límites. Eran Siete Éteres cada uno con su forma de Vida, y éstas formas de Vida, eran los pensamientos de Dios revestidos con la sustancia de los planos del éter, qué los hombres llaman planos del protoplasma, tierra, planta, bestia, hombre, ángel y querubín. Con los ojos del alma, todas las criaturas pueden ver estos planos espirituales y todas las formas de vida.

La caída. En los planos en que se originan, todas las criaturas reciben alimento de los éteres de su plano, y así sucedió en todos los planos hasta que la Voluntad, ya que todas las criaturas piensan y poseen voluntad y según su medida la capacidad de poder elegir, por lo que todos empezaron a vibrar muy lentamente; los éteres se volvieron más densos y todas las criaturas de estos planos, se revistieron con atavíos de la carne, que se pueden ver y manifestar, por lo que apareció la manifestación más grosera que los hombres llamamos el físico.

Esto es lo que se ha llamado la caída del hombre, pero éste no cayó solo, pues su plataforma, la Tierra, la planta y la bestia, también cayeron con él y con él, habrán de levantarse.

 

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