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El Paráclito II
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por Sion de Bouillon   
Martes, 14 de Abril de 2009 19:52

FORMAS DE LLAMAR AL ESPIRITU SANTO

“Espíritu Santo” es el nombre propio de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Pero Jesús lo nombra de diferentes maneras:

· EL PARACLITO: Palabra del griego “parakletos”, que literalmente significa “aquel que es invocado”, es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador, Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: “El Padre os dará otro Paráclito” (Jn 14,16).

El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado “otro Paráclito” porque continua haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.

· EL ESPIRITU DE LA VERDAD: Jesús afirma de Sí mismo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”. (Juan, 14.16). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel “discurso de despedida” con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de Su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado. El Paráclito es la Verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la Verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.

Permanecer y obrar en la Verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la Verdad acerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.

· SEÑOR Y DADOR DE VIDA: Cada vez que rezamos el Credo, llamamos de esa forma al Espíritu Santo. El término hebreo utilizado por el Antiguo Testamento para designar al Espíritu es “ruah”, este término se utiliza también para hablar de “soplo”, “aliento”, “respiración”.

El soplo de Dios aparece en el Génesis, como la fuerza que hace vivir a las criaturas, como una realidad intima de Dios, que obra en la intimidad del hombre. Desde el Antiguo Testamento se puede vislumbrar la preparación a la revelación del misterio de la Santísima Trinidad; Dios Padre es principio de la Creación; que realiza por medio de Su Palabra, Su Hijo; y mediante el Soplo de Vida, el Espíritu Santo. La existencia de las criaturas depende de la acción del soplo (Espíritu de Dios), que no solo crea, sino que también conserva y renueva continuamente la faz de la tierra. (Cf. Sal 103/104; Is 63,17; Gal 6,15; Ez 37,1-14). Es Señor y Dador de Vida porque será autor también de la Resurrección de nuestros cuerpos.
“Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a sus cuerpos mortales por Su Espíritu que habita en ustedes” (Rom 8,11).

· SANTIFICADOR: El Espíritu Santo es fuerza que santifica porque Él mismo es “Espíritu de Santidad”. (Cf, Is, 63,10-11). En el Bautismo se nos da el Espíritu Santo como “don” o regalo, con Su presencia santificadora. Desde ese momento el corazón del bautizado se convierte en Templo del Espíritu Santo, y si Dios Santo habita en el hombre, éste queda consagrado y santificado.

Los dones del Espíritu Santo son siete, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu, estos dones son:

> Consejo: Nos ayuda a resolver con criterios cristianos los conflictos de la vida.

> Piedad: Nos enseña a relacionarnos con Dios como nuestro Padre y con nuestros hermanos.

> Temor de Dios: Nos impulsa a apartarnos de cualquier cosa que pueda ofender a Dios.

> Entendimiento: Nos da un conocimiento más profundo de las verdades de la fe.


Lo que el Espíritu Santo ha hecho por nosotros:

> Te ha dado tu vida y te la mantiene, y ha dado la vida a tus padres,
hijos, amigos..., y a todas las personas, animales y plantas, a todo lo
Vivo. (Génesis 2:7, Salmo 104:30).

> El Espíritu Santo ejecutó todo el Plan de tu Redención.

> Es el guía, alma y santificador de la Iglesia, de toda comunidad cristiana.

> Es tu Guía personal, está siempre a tu lado, tu Abogado, tu Santificador, tu Consolador, tu Iluminador.

> Te ha dado la Biblia. El Espíritu Santo fue quien inspiró cada palabra que contiene. (Ped. 1:21, 2 Tim, 3: 16).

Los frutos del Espíritu Santo son: Caridad, gozo, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad.


CONSAGRACIÓN AL ESPIRITU SANTO


Recibid ¡Oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras Divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu!. Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.

Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.

ORACIÓN AL ESPIRITU SANTO

¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, dime qué debo hacer, ordéname.

Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir Tu voluntad.


VENI CREATOR SPIRITUS


Ven Espíritu Creador; visita las almas de tus fieles. Llena de la Divina Gracia los corazones que Tu mismo has creado.

Tú eres nuestro consuelo, don de Dios altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú el dedo de la mano de Dios, Tú el prometido del Padre, pones en nuestros labios los tesoros de Tu palabra.

Enciende con Tu luz nuestros sentidos, infunde Tu amor en nuestros corazones y con Tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra frágil carne.

Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto Tu paz, siendo Tú mismo nuestro guía evitaremos todo lo que es nocivo.

Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti, que eres el Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo.

Gloria a Dios Padre y al Hijo que resucitó de entre los muertos, y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén.

 

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