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El Paráclito I
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por Sion de Bouillon   
Martes, 14 de Abril de 2009 19:43

Nombre dado al Espíritu Santo, que ha sido enviado para consolador de los creyentes. El Espíritu Santo es el nombre de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, a quién también adoramos y glorificamos junto con el Padre y el Hijo.

Viene de la palabra del griego “Parakletos”, que literalmente significa aquel que es invocado, es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta el Espíritu Santo diciendo: “El Padre os dará otro Paráclito” (Juan 14,16). Con estas palabras se pone de relieve que el Cristo es el primer Paráclito y que la acción del Espíritu Santo será semejante a la que Él ha realizado constituyendo Su prolongación.

La venida a la que refiere Jesús no es la que realiza el Hijo del Hombre al fin de los tiempos. Esto supondría el drama cósmico del que hablan los Sinópticos. Pero, al faltar éste en Juan, la venida anunciada por el Salvador en Su despedida, se refiere a Su presencia en la comunidad.

Las palabras misteriosas de Jesús exigen un intérprete que sea buen conocedor del mundo de lo Divino. Sólo el Paráclito, el Espíritu Santo, puede desarrollar esta tarea hermenéutica. Por eso el evangelista habla de Su actuación como Maestro que enseña y recuerda. El Paráclito es presentado como Maestro. En la historia de la salvación en su fase última existen dos épocas: La de Jesús y la de la Iglesia. Pero el Paráclito sugiere que la revelación no ha terminado, que espera y camina hacia un complemento que será suministrado por el Paráclito.

Gracias a la acción del Paráclito, las dos épocas de la historia de la salvación mencionadas se fusionan en una de tal manera, que la segunda completa a la primera y la primera es el verdadero fundamento de la segunda. Así como Jesús es el hermeneuta o exegeta de Dios (Juan, 1,18), así el Paráclito es el hermeneuta o exegeta de Jesús. El Paráclito es a Jesús lo que Jesús es al Padre. La palabra de Dios o Dios mismo, en cuanto Palabra llegó a nosotros en Jesús. Las “cosas que Jesús ha dicho”, la frase en cuanto tal, recoge y resume toda la revelación del Padre mediante y a través del Hijo. Sus múltiples palabras son la expresión y el ensayo para hacer compresible la Palabra única. Pero esto no era posible en la época primera. Era imprescindible la segunda, en la que “el Paráclito os lo enseñará todo y os recordará todo lo que Yo os he dicho”.

Cuando se habla de la enseñanza de Jesús, se hace referencia a la revelación definitiva de los tiempos escatológicos. Pues bien, el Paráclito hará presente y patente la revelación de Jesús. Y esto lo llevará a cabo mediante un proceso de interiorización de la enseñanza de Jesús. Por tanto, el Paráclito tendrá la finalidad de descubrir la más alta Cristología, pero partiendo de la Jesuslogía (manifestando, dando a conocer, desvelando todo lo que Jesús fue e hizo). El Paráclito es la persona del recuerdo. Nos traerá a la memoria lo enseñado por Jesús.

“Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los Profetas”.

Esta Profesión de Fe formulada por la Iglesia, nos remite a las fuentes bíblicas, donde la verdad sobre el Espíritu Santo se presenta en el contexto de la revelación de Dios Uno y Trino, está basada en la Sagrada Escritura, especialmente en el Nuevo Testamento, aunque en cierta medida, hay preanuncios de ella en el Antiguo Testamento.

La primera fuente la encontramos en el texto del Evangelio de San Juan, concretamente en el “discurso de despedida” de Cristo el día antes de la Pasión y Muerte en la cruz. Jesús habla de la venida del Espíritu Santo en conexión con la propia “partida” anunciando Su venida (o descenso sobre los Apóstoles).

“Pero Yo os digo la verdad. Os conviene que Yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito, pero si me voy os lo enviaré” (Juan, 16.7)

El Espíritu Santo presentado por Jesús especialmente en el discurso de despedida del Cenáculo, es evidentemente una Persona distinta de Él:

· “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito” (Juan, 14,16).

· “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en Mi nombre. Él os lo enseñará todo lo que Yo os he dicho” (Juan, 14,26).

· “El convencerá al mundo en lo referente al pecado” (Juan, 16,8). Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la Verdad completa” (Juan, 16,13).

· “El Me dará gloria” (Juan, 16,14).

De estos textos emerge la verdad del Espíritu Santo como Persona, y no sólo como una potencia impersonal emanada de Cristo. Siendo una Persona le pertenece un obrar propio de carácter personal. En efecto, Jesús hablando del Espíritu Santo dice a los Apóstoles “Vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y en vosotros está” (Juan, 15,26).

Jesús afirma de Sí mismo: “Yo soy el Camino la Verdad y la Vida”(Juan, 14.6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel discurso de despedida con sus apóstoles en la Ultima Cena dice: “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros siempre el Espíritu de la Verdad”. (Juan, 14, 16-17).

El Espíritu Santo es quien después de la partida de Cristo, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado. El Paráclito es la Verdad, como lo es Cristo.

El Espíritu Santo, Espíritu de la Verdad, es aquel que según la palabra de Cristo “Convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio” (Juan, 16-8). Es significativa la explicación que Jesús mismo hace de estas palabras: Pecado, justicia y juicio.

· “Pecado” significa sobre todo la falta de fe que Jesús encuentra en los suyos, es decir, los de su pueblo, los cuales llegaron incluso a condenarle a muerte en la cruz.

· “Justicia” es aquella justicia definitiva que el Padre le hará en la Resurrección y en la Ascensión al cielo. En este contexto “juicio” significa que el Espíritu de la Verdad mostrará la culpa del “mundo” al rechazar a Cristo o más generalmente al volver la espalda a Dios. Pero puesto que Cristo no ha venido al mundo para juzgarlo o condenarlo, sino para salvarlo, en realidad también aquel “convencer respecto al pecado” por parte del Espíritu de la Verdad, tiene que entenderse como intervención orientada a la salvación del mundo al bien último de los hombres.

· “El juicio” se refiere sobre todo al “príncipe de este mundo”, es decir a Satanás. Él en efecto, desde el principio intenta llevar la obra de la Creación contra la Alianza y la unión del hombre con Dios. Se opone conscientemente a la salvación “Por eso ha sido ya juzgado” desde el principio. Si el Espíritu Santo debe convencer al mundo precisamente de este “juicio” sin duda lo tiene que hacer para continuar la obra de Cristo que mira a la salvación universal.

En el Antiguo Testamento para designar Espíritu Santo, el término hebreo es “ruah” que también se utiliza para hablar de “soplo”, “aliento”, “respiración”. El soplo de Dios aparece en el Génesis como la fuerza que hace vivir a las criaturas como una realidad intima de Dios que obra en la intimidad del hombre.

Desde el Antiguo Testamento se puede vislumbrar la preparación a la revelación del misterio de la Santísima Trinidad: Dios Padre es principio de la Creación que realiza por medio del Verbo, Su Hijo. Y mediante el Soplo de Vida, el Espíritu Santo.

La existencia de las criaturas depende de la acción del soplo (Espíritu de Dios), que no solo crea sino que también conserva y renueva continuamente la faz de la tierra. Es Señor y Dador de Vida porque será autor también de la resurrección de nuestros cuerpos.

El Espíritu Santo es fuerza que santifica porque Él mismo es “Espíritu de Santidad” (cfr. Is 63,10-11).

En el Bautismo se nos da el Espíritu Santo como don con su presencia santificadora. Desde ese momento el corazón del bautizado, se convierte en Templo del Espíritu Santo y si Dios Santo habita en el hombre éste queda consagrado y santificado.

Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:

· El Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo ya que el agua se convierte en el signo Sacramental del nuevo nacimiento.
El agua es símbolo de purificación como se lee en Ezequiel: “Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré” (Ez 36.25).
Pero será Jesús quien presente el agua como símbolo del Espíritu Santo cuando un día de fiesta exclama ante la muchedumbre: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba el que cree en Mí como dice la Escritura. De su seno correrán ríos de agua viva”. (Juan, 7. 37-39).
Con estas palabras se explica también todo lo que Jesús dice a la Samaritana sobre el agua viva, sobre el agua que da Él mismo. Esta agua se convierte en el hombre en “Fuente de agua que brota para vida eterna” (Juan, 4,10-14).

· La Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónimo del Espíritu Santo. En el Sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.
En su intervención en la sinagoga de Nazaret, Jesús se aplica a Sí mismo el texto de Isaías que dice: “El Espíritu del Señor Yahvé, está sobre Mí, por cuanto que me ha ungido Yahvé” (Is 61,1). Se refiere a la fuerza de naturaleza espiritual necesaria para cumplir la misión confiada por Dios a una persona a quién eligió.

La participación en la unción de la humanidad de Cristo con el Espíritu Santo, pasa a todos los que lo acogen en la fe y en el amor. Esa participación tiene lugar a nivel sacramental en las unciones con aceite, cuyo rito forma parte de la Iglesia, en el Bautismo, la Confirmación, Unción de los enfermos y el Orden Sacerdotal.

· El Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu. Sabemos que Juan Bautista anunciaba en el Jordán: “El (Cristo) os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11) el Bautismo en Espíritu y fuego indica el poder purificador del fuego. De un fuego misterioso que expresa a la exigencia de santidad y de pureza que trae el Espíritu de Dios.

· La Nube y la Luz, símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para “cubrirla con su sombra”. Así mismo se manifiesta en el Monte Tabor, en la Transfiguración. El día de la Ascensión, aparece una sombra y una nube.

· El viento: Símbolo central en Pentecostés, acontecimiento fundamental en la revelación del Espíritu Santo. “De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban los discípulos con María (Hch 2,2). Jesús en la conversación con Nicodemo, cuando usa la imagen del viento para hablar de la persona del Espíritu Santo. “El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu” (Jn 3,8).

· La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él. En el Antiguo Testamento, la paloma había sido mensajera de la reconciliación de Dios con la humanidad en los tiempos de Noé. En el Nuevo Testamento, esta reconciliación tiene lugar mediante el Bautismo.La Mano: Mediante la imposición de manos, los Apóstoles y ahora los Obispos, transmiten el “Don del Espíritu”.
  

(continuará)  

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