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La Pasión del Señor. De Jerusalén a Sevilla.
Publicaciones Orden del Temple - La Pasión del Señor
Escrito por María de Aquitania   
Lunes, 23 de Mayo de 2011 00:00

La mañana de Pascua

Pasado el sábado, ya para amanecer el día primero de la semana, la mañana de Pascua, vino María Magdalena con la otra María a ver el sepulcro. Y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y acercándose movió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Era su aspecto como el relámpago y su vestidura blanca como la nieve. De miedo de él, temblaron los guardias y se quedaron como muertos. El ángel, dirigiéndose a las mujeres dijo: “No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí, ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio en que fue puesto. Id luego, y decid a los discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que os precede a Galilea, allí le veréis. Es lo que tenía que deciros”.

Partieron ligeras del sepulcro, llenas de temor pero con gran gozo, corriendo a comunicarlo a los discípulos.

Jesús les salió al encuentro diciendo: “Salve”. Ellas acercándose, asieron sus pies y se postraron ante Él, que les dijo: “No temáis, id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea y que allí me verán”. Por consiguiente, resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena y ella fue quien lo anunció a los que habían vivido con él, que estaban sumidos en la tristeza, pero oyendo que vivía y que había sido visto por ella, no la creyeron.

Las mujeres que habían venido con Jesús desde Galilea, encontraron el primer día de la semana, muy de mañana, removida la piedra del sepulcro y entrando, no hallaron el cuerpo de Jesús. Se les presentaron dos hombres vestidos de una manera deslumbrante y les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?. No está aquí, ha resucitado. Acordaos cómo os habló estando aún en Galilea que resucitaría al tercer día”. Ellas se acordaron de sus palabras y volviendo del sepulcro, comunicaron esto a los once y a los demás. Eran María la Magdalena, Juana y María de Santiago y las demás que estaban con ellas. Dijeron esto a los apóstoles pero a ellos les pareció un desatino el relato y no las creyeron.

Salieron Pedro y Juan y fueron al sepulcro. Llegó Pedro y entró y vio las fajas utilizadas allí colocadas y el sudario que había estado sobre Su cabeza envuelto aparte. Entonces entró también Juan y vio y creyó, porque aún no se habían dado cuenta de la Escritura, que era preciso que Jesús resucitase de entre los muertos.

María Magdalena, estaba llorando junto al sepulcro y díjole Jesús: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. Ella, creyendo que era el hortelano le dijo: “Señor, si le has llevado tú, dime dónde le has puesto y le tomaré”. Díjole Jesús: “María”. Ella volviéndose le dijo en hebreo: “¡Rabóni!” (Maestro). Jesús le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a Mi Padre, pero ve a mis hermanos y diles: Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: “He visto al Señor” y las cosas que le había dicho.

Por otra parte, los guardias que custodiaban el sepulcro de Jesús, fueron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes lo sucedido. Reunidos éstos en  Consejo con los ancianos, tomaron bastante dinero y se lo dieron a los soldados diciéndoles: “Decid que vinieron los discípulos de noche y lo robaron mientras dormíamos”, y si llega la cosa a oídos del gobernador, nosotros le convenceremos para que no os inquietéis. Ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había dicho, divulgándose esa noticias entre los judíos hasta el día de hoy.

Conforme a nuestra fe Pascual, nuestra creencia en Cristo resucitado, Jesús, fue resucitado personal y corporalmente de entre los muertos. Su Resurrección consistió en Su paso de una vida terrena a una existencia final transformada a través de la muerte. Por tanto, creer en la Resurrección de Cristo, presupone fe en un Dios que interviene en la historia humana, que ha sido especialmente activo y revelador en la historia de Israel. Finalmente, con extraordinaria autoridad y misericordia, Jesús, el Resucitado, proclamó el Reino de Dios. Revisando la Ley Mosáica, perdonando a los pecadores, curando a los enfermos y actuando como el enfermo para la revelación y salvación de la humanidad.

La Resurrección de Jesús no puede confundirse por tanto, con la animación  de un cadáver. La vida de Jesús no fue la misma antes y después de Su muerte y resurrección. Así, mientras Lázaro fue devuelto a la vida ordinaria por Jesús y hubo de volver a morir en su día, la vida de Jesús fue transformada en una existencia gloriosa, libre de las limitaciones de espacio y tiempo y por ende, no sujeta ya a la muerte.

(continuará)

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