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La Pasión del Señor. De Jerusalén a Sevilla.
Publicaciones Orden del Temple - La Pasión del Señor
Escrito por María de Aquitania   
Miércoles, 04 de Mayo de 2011 00:00

Exaltación de la Santa Cruz

El “título crucis”: Jesús Nazareno, rey de los judíos, nos indica ya el delito concreto del condenado, es una confirmación profética de la soberanía de Jesús sobre las gentes de todas las lenguas que Pilato ordena fijar en la Cruz y allí permanece, pese a la oposición judía. Por lo tanto, la Cruz no se identifica ya con la mayor humillación del ser humano, se ha convertido en símbolo de la exaltación de Jesús, pues si hay algo sobre la Pasión de Cristo que figure en los cuatro Evangelios y esté de cuerdo con la historia, es el dato de que Jesús fue crucificado y que de la cruz que  colgó  Su  cuerpo  torturado,  también  había una indicación sumaria de la causa por la que Jesús había sido condenado al “servile supplicium”, costumbre por otra  parte, del procedimiento penal romano.

La cabeza de Cristo con la terrible corona y con la sangre que llenaba sus ojos, Su boca entreabierta y empapados sus cabellos y Su barba, estaba inclinada sobre el pecho. Tenía toda la carne desgarrada, sus hombros, codos, muñecas estiradas hasta ser dislocadas, la sangre de sus manos corría por sus brazos. Su pecho levantado formaba por debajo una cavidad profunda. Sus piernas, como sus brazos, miembros, músculos, la piel toda, habían sido estirados a tal extremo que se podían contar sus huesos. La sangre, goteaba desde sus pies hacia la tierra, y sin embargo, a pesar de las terribles heridas que sufría, el cuerpo de Jesús se veía indescriptible noble y venerable, transmitiendo Su infinita bondad y el inmenso amor que le había llevado a sacrificarse por toda la humanidad.

San Juan, contempló ampliamente el significado cósmico del misterio de Cristo crucificado, como centro de atracción de la historia, revelación del sentido de la existencia humana y de la misma existencia de Dios. ¿Qué es lo que “atrae” de este condenado agonizante en la Cruz?. Cierto es que la vista de un sufrimiento tan intenso despierta compasión, pero ésta es muy poco para unir la propia vida junto a la de Aquel que está suspendido en la Cruz. ¿Cómo explicar que generación tras generación, esta terrible visión haya atraído a una multitud incontable de personas que han convertido la Cruz de Cristo en señal de su fe?. Hombres y mujeres que han puesto la señal de la Santa Cruz en el centro de sus vidas, porque Cristo atrae desde la Cruz con la fuerza del Amor Divino, que ha llegado al don total de sí mismo, del Amor Infinito que en la Cruz ha levantado de la tierra el peso del cuerpo del Cristo, para contrarrestar el peso de la culpa antigua, del Amor Ilimitado, que ha colmado toda ausencia de amor y ha permitido que el hombre encuentre nuevamente refugio entre los brazos misericordiosos del Padre, bajo la sombra de la Cruz.

Jesucristo es crucificado cabeza arriba, como ejecutaban a los malhechores y los esclavos rebeldes, mientras que los sediciosos, enemigos del Imperio, los crucificaban cabeza abajo. A su lado, crucificaron a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda, y así se cumplió la Escritura: “Fue contado entre malhechores”. Probablemente, porque el Procurador corrupto, quiso evitar la alarma que provocaría en Roma la evidencia de una sedición. En la Santa Cruz de Jesucristo, está el Amor a todas las almas por encima de sus pecados y defectos. La tolerancia, la caridad, la paciencia, la comprensión, ahí está la voluntad misericordiosa hacia todo el género humano, abierta siempre a favor de todo hombre que ama y pide perdón; ahí está la debilidad humana, que se reconoce a sí misma en su miseria y no se duele de su condición de criatura necesitada de Dios y de los demás. Ahí está la noche oscura del alma, la soledad, el desamparo, la aparente lejanía de Dios y de los demás y sin embargo, la firmeza de la esperanza y el regreso al Padre al que todos somos llamados, porque nuestra vida terrenal es un camino que va de las manos de Dios, donde procedemos, a las manos de Dios que es donde está nuestro destino.

La cruz es el camino de la tierra al cielo. Quien la abraza con fe, amor y esperanza, es llevado hasta el seno de la Trinidad y en el poder de la Cruz, está el poder del Amor Divino, que en todas partes derrama Su sangre, que alivia, santifica y salva.

La última mirada de Cristo desde la Cruz, provoca una lágrima gigantesca y purificadora, y abre la cabeza a la Serpiente, que ya crujió en el huerto de los Olivos bajo las sandalias del Hijo de Dios, un agujero abisal, de perdición eterna. Es la victoria definitiva sobre el Maligno.

Si a causa de aquél árbol del Paraíso, la humanidad se había precipitado en el abismo, por otro árbol, el de la Cruz, alcanzó la mansión de la vida feliz, para que confesemos que el Cristo es el Señor de toda creación.

(continuará)

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