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El Temple y sus Misterios (I). La Misión.
Publicaciones Orden del Temple - Temas sobre el Temple y el Medioevo
Escrito por María de Aquitania   
Miércoles, 28 de Enero de 2009 00:00

 

Bernardo de Clairvaux nació en el año 1.090 en el castillo de Fontaine junto a Dijón (Francia); su padre fue Tescelino y su madre Alicia de Montbard, pariente de los Duques de Borgoña.

Se instruyó en la Iglesia de San Vorles en Chatillon-sur-Leine, de donde se cuenta una historia significativa. Allí se encontraba una imagen de la Virgen tallada en madera, muy ennegrecida por el tiempo. La talla era del tipo llamado sedente, con el niño Jesús en su regazo. Una Virgen Negra descrita con precisión, donde estando un día orando San Bernardo, le pidió éste: “Muestra que eres Madre”, y entonces en los labios de Bernardo cayeron tres gotas de leche.


San Bernardo

 

Estamos ante una alegoría alquímica, significando que el santo alimentado con la leche de una Virgen Negra, bebió en las fuentes de la tradición druida. Mas tarde, él se confesaría discípulo de las hayas y los robles, árboles sagrados, faltando solo el espino albar.

Cuando Bernardo se presentó a postular en el monasterio de Citeaux, probablemente ya esta Iniciado y sus poderes eran grandes. Tenía 21 años e iba con treinta compañeros que él había reclutado, cinco de los cuales eran hermanos suyos y otro su tío Andrés de Montbard de casi su misma edad, el cual formaría parte del grupo de los nueve Caballeros que formarían la Orden del Temple y que también sería con el tiempo Gran Senescal del Temple.

Partió en 1.115 a fundar Clairvaux en el bosque de Bar-sur-Aube, y todos obedecían a aquel monje rico en santidad, humilde y terrible a la vez, ya que reprendió con dureza a reyes, Papas, obispos y grandes vasallos.

Celoso del culto mariano, fue el primero en expresar el término Nuestra Señora, la cual para él, no era la esposa de José, sino la del Verbo. Sus contemporáneos le tenían por un taumaturgo excepcional y parecía tener un saber universal. En el año 1.148 fue a morir en sus brazos el arzobispo de Armagh, en Irlanda, es decir, San Malaquías, al cual Bernardo le reconocía dones de preconocimiento o profecía.

Ese era el hombre que iba a hacer la Orden del Temple, confiarle su misión y transmitirle sus enseñanzas. Enseñanza y misión que permanecieron siempre en secreto pero que se desprenden de los hechos históricos con mucha claridad.

Entre los nueve Caballeros que se presentaron a Balduíno, rey de Jerusalén, había al menos dos muy allegados a San Bernardo: Hugo de Payns, jefe de la misión, vecino y oficial del Conde de Champaña, y el otro su tío antes mencionado, Andrés de Montbard.

La Misión. El Arca de la Alianza.

Parece evidente que Bernardo de Clairvaux no envió a Hugo ni a su tío Andrés para que custodiaran los caminos (historia oficial aparente) ni para que en 1.125 Hugo de Champaña abandonara su condado y se reuniera con los nueve Caballeros en el Templo de Salomón. Si esta misión hubiera sido la verdadera, la hubiera podido llevar a cabo con solo ayudar a los caballeros de la Orden Hospitalaria de San Juan. No obstante, aseguraron la ruta de los peregrinos, según habían prometido y lo siguieron haciendo incluso cuando la Orden alcanzó su máximo poder, sin perder de vista que todos vivían más como monjes que como Caballeros.

Mas adelante, cuando se constituyó la Orden y poseyó su propio ejército en Palestina, recibió una misión claramente definida: La defensa de los Santos Lugares, pero eso no fue así entre 1.118 y 1.128.

Al inicio de su reinado, Balduíno II, tuvo que hacer frente al ataque de Damasco al cual le declaró la guerra y tuvo diversos desastres, hasta que en 1.124 se alió con los beduinos sitiando Alep que cayó en 1.125, batiéndose luego con el Emirato de Damasco. Entre tanto, los nueve Caballeros se dedicaban aparentemente a custodiar los caminos de peregrinos (¿qué harían nueve Caballeros ante las inmensas tropas de “infieles”....?, nos podemos preguntar), pero por más que apremiara el peligro, se abstenían de formar parte de combate alguno. Seguían solos y no reclutaron a nadie en absoluto, con lo cual se deduce fácilmente, que no estaban allí para llegar a las manos ni combatir con nadie, pero sin embargo, seguían ocupando el emplazamiento del Templo de Salomón, hasta el punto que acabaron siendo sus únicos ocupantes y lo único que hicieron fue quitar escombros de las caballerizas y el subterráneo. ¡Cuánto espacio para nueve Caballeros tan pobres!, tanto que si nos atenemos a su sello (aunque signifique una cosa totalmente distinta), tenían solo un caballo para cada dos de ellos.

Este misterio tiene una clave: Los nueve Caballeros no llegaron obviamente “solo” para proteger a los peregrinos, sino para buscar, encontrar, llevarse y guardar algo muy particularmente importante y sagrado, que se encontraba en el Templo: El Arca de la Alianza y las Tablas de la Ley.

El Arca tiene una historia legendaria, más historia que leyenda, que reaparece en todas las épocas. Es la que marcaba la continuidad en la transmisión de documentos de una civilización a la siguiente. Dios creó el Universo con medida, peso y número y eso significa que existe una Ley física universal que rige el conjunto del Universo.

Ha habido hombres particularmente inteligentes e intuitivos, que han sido capaces de encontrar esos caminos y conocen parte de esa Ley Universal. Sabemos que ha existido una transmisión de las claves de esa Ley, sin la cual el hombre corriente nunca habría progresado. Sin embargo, a causa del peligro que supone transmitir las posibilidades de poder a seres insuficientemente desarrollados, esas claves han permanecido siempre secretas o al menos inaccesibles para quienes no tienen la preparación necesaria para comprenderlas.

Esas claves, siempre han sido designadas como Oro. Una de ellas, la más conocida como el número de Oro o áureo, que permite el paso geométrico de la recta a la curva, es decir, de las leyes terrestres a las celestes, pero la manera de utilizarlo permanece en secreto. ¿Qué importa si te roban una llave si no saben a que cerradura pertenece?. Otra clave es la Rodilla de Oro, de la misma naturaleza que el número de Oro, que habría que llamarla Gomón o ángulo de Oro.

A veces, la esmeralda sustituye al oro para designar la clave Iniciática, así tenemos la esmeralda en la frente de Lucifer, perdida en el Paraíso tras la caída y con la cual se habría tallado el Cáliz del Grial, así como la Tabla Esmeralda de Hermes Trimegistro.

Nadie conoce de donde provenía el saber de los egipcios, que apareció como de pronto y parece probable que las Tablas de la Ley fueran en realidad una copia de algunos documentos sagrados egipcios que Moisés se llevó en su huida y posterior Éxodo, y eso explica la persecución a los hebreos que hizo el Faraón después de dejarles marchar, para impedirles que abandonaran el país. Según los textos hebreos, las Tablas eran de piedra y fueron guardadas en un cofre de oro: El Arca. No parece que los hebreos supieran utilizar las piedras de la Ley antes de Salomón y aún él, que poseía toda la sabiduría de los egipcios, falto de constructores como se encontraba, no pudo hacer otra cosa que llamar en su ayuda al rey de Tiro para levantar su monumento, el Templo. Si Israel nunca pudo construirse una civilización propia , es sorprendente que de la Biblia surgieran dos: La musulmana y la cristiana y que ambas poseyeran Jerusalén, el lugar donde se encontraban las Tablas de la Ley y ambos las poseyeron por derecho de conquista.

Todo es incongruente en esa civilización llamada árabe: Un pueblo de pastores nómadas que se transforma en constructor, los cuales no provenían de Arabia sino de Persia, siendo una renovación extraordinaria, que no se ciñó solo a las construcciones, sino que abarcó la agricultura, medicina, matemáticas, alquimia..... .

Sin embargo la cristiana, fue menos brutal porque existía una base más coherente que procedía de los restos de civilizaciones latina, bizantina y griega y también porque una parte de la civilización musulmana llegó a Occidente a través de España; pero la expansión no fue menos sensible a partir del éxito de las Cruzadas. La civilización islámica murió después de las Cruzadas, lenta pero inexorablemente, como si le hubieran cortado las raíces. La cristiana murió por la pérdida de Jerusalén y sobre todo, por la destrucción de la Orden del Temple.

Los musulmanes solo progresaron con la ayuda de los sabios judíos y su ayuda también fue necesaria en St. Etienne de Citeaux así como la medicina occidental. Es comprensible que para la lectura de las Tablas de la Ley, fueran necesarios los libros crípticos de Moisés en los que constaba la clave cabalística y fueron los cabalistas judíos, quienes detentaron el arte de transcribir en cifras (hoy diríamos fórmulas) los libros mosaicos. Lo musulmanes de las grandes épocas no protegían a los sabios judíos por su grandeza de espíritu precisamente, y tampoco lo hicieron por eso Papas, benedictinos y cirstencienses (entre los cuales surgió Michael de Nostradamus). No fue simplemente el humanismo lo que llevó a San Bernardo a tomar su bastón de peregrino.

La exactitud de lo que se explica, indica la identidad fundamental, en formas diferentes debidas a épocas y lugares, de las medidas y proporciones existentes entre los monumentos del antiguo Egipto, algunas mezquitas y catedrales góticas.

Las Tablas de la Ley, son una fórmula del Universo y esas Tablas, sacadas de Egipto, estaban en poder de los constructores de catedrales, por eso no es tan inexplicable que en las dimensiones y proporciones de la catedral de Chartres, se encuentren huellas de unos conocimientos sobre el globo terráqueo que para nada se corresponden con lo que sabía la ciencia de la época.

Por ello, y puesto que el Grial ha sido considerado siempre como la copa del saber, ir a buscar las Tablas de la Ley, era precisamente para esos nueve Caballeros enviados por San Bernardo, ir a la conquista del Grial.

(continuará)



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