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La Pasión del Señor. De Jerusalén a Sevilla. Viernes de Dolores
Publicaciones Orden del Temple - La Pasión del Señor
Escrito por María de Aquitania   
Viernes, 15 de Abril de 2011 00:00

Los anuncios de la Pasión de Cristo

Los anuncios de la Pasión de Cristo fue dada por el profeta Isaías en el “Poema del Siervo de Yahvé”. Los Dolores del Siervo del Señor, la causa de ello y los frutos de Su muerte, se describen así:

“No hay en el parecer, no hay hermosura
para que le miremos,
ni apariencia para que en Él nos complazcamos.
Despreciado y abandonado por los hombres,
varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento
y como uno ante el cual se oculta el rostro,
menospreciado sin que le tengamos en cuenta.
Pero fue Él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos
y cargó con nuestros dolores,
mientras que nosotros le tuvimos por castigado,
herido por Dios y abatido.
Fue traspasado por nuestras iniquidades
y molido por nuestros pecados.
El castigo de nuestra paz fue sobre Él,
y en sus llagas hemos sido curados.
Maltratado, más Él sometió,
no abrió la boca,
como cordero llevado al matadero,
como oveja muda ante los trasquiladotes.
Fue arrebatado por un juicio inicuo,
sin que nadie defendiera Su causa
pues fue arrancado de la tierra de los vivientes
y herido de muerte por el crimen de Su pueblo.
Dispuesta estaba entre los impíos Su sepultura,
y fue en la muerte igualado con los malhechores,
a pesar de no haber cometido maldad,
ni haber mentira en Su boca.
Quiso Yahvé quebrantarle con padecimientos...
El Justo, mi Siervo, justificará a muchos
y cargará con las iniquidades de ellos”.

Por otra parte, Jesús comenzó a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para sufrir mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y al tercer día resucitar.

La resurrección de Lázaro

Jesús se encontró con que su amigo Lázaro, hermano de Marta y María, llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Estaba Betania cerca de Jerusalén, como unos quince estadios (tres kilómetros), y muchos judíos habían acudido a consolar a las hermanas de Lázaro. Marta, cuando oyó que Jesús llegaba, le salió al encuentro, pero María quedó en la casa. Dijo Marta al Señor: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano, pero sé que cuanto pidas a Dios , Dios te lo otorgará”. Díjole Jesús: “Resucitará tu hermano” y Marta le contestó: “Sé que resucitará en la resurrección, en el último día”. Le dijo Jesús: “Yo Soy la Resurrección y la Vida, el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mi, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?”. Marta respondió: “Si Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que ha venido a este mundo”.

Diciendo esto, se fue y llamó a María, su hermana, diciéndole en secreto: “El Maestro está ahí y te llama”. Así que María llegó donde Jesús estaba y viéndole, se echó a sus pies diciéndole: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Viéndola Jesús llorar así como también lo hacían los judíos que venían con ella, se conmovió hondamente y dijo: “¿Dónde le habéis puesto?”. Dijéronle: “Señor, ven y ve”. Jesús lloró y los judíos decían: “¿No pudo este que abrió lo ojos al ciego, hacer que no muriera?”. Jesús, otra vez conmovido en su interior, llegó a la cueva tapada con una piedra. Dijo Jesús: “Quitad la piedra”. Dijo María la hermana de Lázaro: “Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días muerto”. Jesús le contesta: “¿No te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios?”. Quitaron la piedra y Jesús alzando los ojos al cielo dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea  lo digo, para que crean que Tú me has enviado”. Diciendo esto, gritó con fuerza: “¡Lázaro, sal fuera!”. Salió el muerto, ligados con fajas pies y manos y el rostro envuelto en un sudario. Jesús dijo: “Soltadle y dejadle ir”.

Resolución del Consejo

Convocaron entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos una reunión y dijeron: “¿Qué hacemos, que este hombre hace muchos milagros?. Si le dejamos así, todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. Uno de ellos, Caifás, que era por entonces Sumo Sacerdote, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ¿no comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo y no que perezca todo el pueblo?”.

No dijo esto de sí mismo, sino que como era Pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por el pueblo, y no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno a todos los hijos de Dios que estaban dispersos. Desde aquel día, tomaron la resolución de matarle y dieron órdenes para que si alguno supiese donde estaba, lo dijera para prenderle.

(continuará)

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