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Las Tentaciones (VIII)
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por María de Aquitania   
Viernes, 28 de Enero de 2011 00:00

El poder, compendio de todas las tentaciones (I)

En los relatos referentes al Bautismo de Jesús, que es algo que sucede a las tentaciones del desierto, se afirma con fuerza la humanidad de Jesús y es Mateo quien incide más en ello, al subrayar que Jesús no necesita  bautizarse, algo que tampoco en Bautista quiere hacer, y así lo expresa cuando dice: “Soy yo quien necesita tu Bautismo ¿y tú quieres que yo te bautice?”, porque es un pecador. Pero Jesús desea ser bautizado porque se asume como perteneciente a su pueblo pecador, que es lo que significa el signo de Juan, y en definitiva, a la entera humanidad  por Su encarnación.

Las tentaciones de Jesús van dirigidas al fondo mismo de su razón de ser el Enviado, el Mesías, con una misión propia de manifestación y realización de la salvación de Dios.

El contenido de la tentación, es la regionalización del reino; más concretamente el tipo de poder que Jesús va a usar en Su misión. Ello se hace tentación, al mostrarle Satanás (y es tentación por ser atractiva), su propia concepción de poder sobre los reinos de este mundo, lo cual vemos muy ampliamente expuesto por Lucas. La tentación, sin embargo, no habla de algo regional, sobre medios y tácticas de servir al reino, sino sobre la totalidad del mesianismo de Jesús, si ejercitarlo con el poder que controla la historia desde fuera o con la inmersión en la historia, con el poder para disponer sobre los hombres o con la entrega a ellos. En resumen, la tentación versa sobre dos formas de ejercer el mesianismo, lo cual es de la máxima importancia por ser formas excluyentes. Jesús debe afrontar una disyuntiva, la cual fue como problema bien real en toda Su vida.

En concreto, las tres tentaciones implican que la dimensión puramente política, no andaba lejos de la mente de Jesús. En la tentación, Jesús se enfrenta directamente con Su mesianismo, es decir, con qué tipo de poder hay que servir al Reino de Dios. La fuerza, el poder, llevan la imposición que constituye en quien lo ostenta, lo que hoy llamamos “la erótica del poder”, el disfrute de su superioridad y la prepotencia. Se logra aparentemente una solución fácil (la magia de los resultados), pero siempre es superficial.

El miedo a Dios, es la máxima negación de Su Amor, lo más ajeno al rostro que Jesús vino a mostrar. La aceptación, el convencimiento, conllevan libertad, proceso con muchos altibajos de una respuesta de maduración. Jesús vino a invitar, no a imponer , vino a acompañar, no a sustituir.  Eligió el camino de la mansedumbre y la humildad y para estar próximo al hombre, renunció a Su Omnipotencia, a Su Poder, y se hizo humano.

En definitiva, todas las tentaciones de Jesús, de una u otra forma, pretenden siempre un desafío a Su más auténtica opción en la manifestación y realización del Reino de Dios. La manifestación del poder, es siempre la “última ratio” de todos los envites de Satanás, que busca así romper los fundamentos del compromiso de Jesús al asumir en Su Encarnación el camino del hombre. Jesús utilizó la fuerza de Su poder única y exclusivamente para el beneficio de los pobres y oprimidos, movido por la compasión o impulsado por la fe de la gente, y así en los Evangelios sinópticos, se convierte en el gran signo de ese Reino en construcción.

(continuará)

 

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