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Las Tentaciones (V)
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por María de Aquitania   
Miércoles, 05 de Enero de 2011 00:00

El proceso psicológico de la Tentación

Nos parece interesante hacer un inciso para describir lo que el autor bíblico del Génesis hace de la tentación y su proceso. En la segunda parte del relato del Paraíso, sobra especial relevancia la serpiente y la mujer. Entonces las preguntas resultan inevitables: ¿Por qué la serpiente?, ¿por qué la mujer?.

La Serpiente


La respuesta a lo primero, puede comenzar por lo más simple: La serpiente repta y reptando se confunde con facilidad en el polvo de la tierra y con frecuencia, resulta difícil distinguir su presencia. Se convierte así en el camuflaje ideal para el asedio, el acecho al lado más débil del hombre: Su talón. Disfraz así del más astuto de los animales del campo, de la tentación y e la insidia del mal para esclavizar al hombre.

Pero la serpiente goza de otras significaciones diversas y positivas, según las distintas culturas, religiones o referencias místicas. En este relato del Génesis, se presenta a la serpiente como inteligente y sabia, nada menos que conocedora del plan de Dios. La serpiente, dice, está dotada de una sabiduría o inteligencia especial por dos razones: Primero, porque vive cerca del agua y se consideraba al agua sede de la sabiduría primordial.

Segundo, que al deslizarse por tierra y frecuentar los sepulcros, se la consideraba con frecuencia una encarnación de los muertos con mayor sabiduría.

La Mujer

Ahora, para responder a esta pregunta, hemos de tener en cuenta el contexto en que se escribe el relato. Recordemos la situación vital que incide con fuerza en su redacción, y que no es otra que la que se vive en la corte del rey Salomón, rodeado de muchas mujeres paganas, que con sus ídolos llevaron a la idolatría al propio rey, en otros tiempos tan amigo de Dios. La mujer, se convierte así en la imagen que conduce a la tentación, la que induce a la idolatría, a la desobediencia de los mandatos Divinos, a la negación de Dios en una palabra.

La conclusión del relato así lo indica también: La mujer tomó el fruto y comió, dándoselo también a Adán, que estaba junto a ella y él también comió.

Cómo luego sucedió con Salomón, la mujer hizo caer al varón, así que nada tiene que ver aquello tan socorrido de ver a la mujer como sexo débil, y por ello es Eva la que cede a la tentación, ya que intuye que como atracción erótica, hará caer al varón sin argumento que pueda resistir.

El tentador (la serpiente), comienza poniendo en duda en plan de Dios, dejando entrever un Dios cicatero que no desea que los humanos posean conocimientos sobre el bien y el mal, que es exclusivo de la Divinidad. A continuación, viene la incitación, porque promete de manera falaz un bien mayor: “Seréis como dioses, conocedores del bien y el mal. Ya la situación empieza a ser sugerente y atractiva. A continuación, interviene la fantasía, que adorna la realidad, la colorea, inventando escenarios y paisajes, permuta imágenes, crea realidades virtuales y las convierte en deseables. Así, el deseo en auge, se torna irresistible en su anhelo de posesión.

Colaboran los sentidos, que resultan atraídos por el objeto o persona, con una percepción no observada con anterioridad. Entonces entra en escena la inteligencia y razona bajo el impacto de lo anterior, ya con una muy disminuida libertad donde resuena el eco de “seréis como dioses”. Todo el proceso culmina con la decisión de la voluntad, que se traduce en el acto de la elección: “Tomó el fruto y comió”, a lo que se suma la necesidad de un cómplice que le acompañe, “se lo dio también a Adán”.

Al ceder a la tentación, se hace patente (“se le abrieron los ojos”), el desorden que implica el mal en la armonía y el dominio personal. Se constata la intemperie (“se dieron cuenta de que estaban desnudos”), y se siente la propia vergüenza que intenta ocultarse de la evidencia, de la presencia del otro (“y del Otro”), que hasta se torna incluso en un posible adversario.

En toda tentación está siempre el Diablo, casi nunca visible a primera vista y el mismo Jesús habló de la realidad de las tentaciones, tal como le dijo a Pedro advirtiéndole: “Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearos, pero Yo he rogado por ti para que tu fe no se venga abajo”. (Mateo 13, 19); y en l parábola del trigo y la cizaña, la cual es sembrada por el Diablo. Por todo ello, dice en el Padre Nuestro: “Y no nos dejes caer en la tentación”.

(continuará)

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