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Las Tentaciones (III)
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por María de Aquitania   
Martes, 21 de Diciembre de 2010 00:00

Actitudes de Jesús

Frente a todas las formas del mal, la lucha que establece Jesús es clara e integral. Si los demonios personifican las energías del mal o las inficiones físicas o psíquicas con la consiguiente posesión, la respuesta de Jesús ante esto es la “expulsión” para confirmar la autonomía saludable del hombre, por lo que desatarlo de toda ligadura maléfica es la afirmación de Su presencia salvadora.

Antiguamente, se consideraban endemoniados a muchos que tenían una enfermedad, imposible de diagnóstico por entonces. Hoy día, hay un concepto de lo demoníaco diferente aunque sigue habiendo sectores religiosos que aún conservan la misma posición de antaño. Los demonios eran vistos no tanto como personas, sino como fuerzas capaces de meterse en las personas para atenazarlos y alejarlos de Dios. Sólo así se explica que abundaran tantos endemoniados. Pues por todos ellos se interesaba Jesús y haciendo gala de Su poder, los liberaba de su mordaza interior.

Las señales o signos que manifiestan el advenimiento de un mundo nuevo, del Reino de Dios, se cifran especialmente por las curaciones realizadas por Jesús, que eran muchas y continuas, y ellas incluían a todas las enfermedades internas y externas. Así se manifiesta en los Evangelios sinópticos. El Evangelio de Juan, por el contrario, sólo narra tres curaciones de un total de siete acciones fuertes de Jesús, y sólo es común a los cuatro Evangelios la curación del hijo del funcionario real. Igualmente, este Evangelio nunca los llama “milagros”, sino “signos o señales”, que son interpretados de modo propio y original, como revelaciones del mismo Cristo dirigidas a manifestar quien es Él.

En un mundo lleno de dolores y padecimientos muchos de ellos incurables, Jesús vino a manifestar la “salud” de Dios, la salvación y el bienestar del hombre, en un mundo con muy pocas esperanzas, en el que las deficiencias o dolencias eran entendidas como “castigos de Dios”, y las consecuencias del pecado se suponían heredadas de padres a hijos hasta en ocho generaciones, que además provocaban marginación social y religiosa.

Ante esa sociedad llena de sufrimientos y angustias, Jesús irradiaba bienestar y paz, tratándolos a todos como personas con dignidad, devolviéndoles la autoestima, y lo más importante, es que acababa con esa imagen de la mano férrea y castigadora de Dios, para hacerles comprender que ellos eran sus hijos y muy amados por Él. En todo caso, Jesús habló y actuó, y vemos como Marcos relata este empeño de Jesús, diciendo que recorrió toda la Galilea predicando y expulsando a los demonios.

Marcos relata la enorme cantidad de enfermos e impedidos que cercaban a Jesús allá donde iba, que a veces le obligaban a retirarse a lugares apartados para que no lo atropellaran, ya que se le echaban encima para poder tocarlo.

(continuará)

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