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Peregrinaciones. El camino iniciático de Santiago (2ª parte) (IV)
Publicaciones Orden del Temple - Peregrinaciones. El Camino de Santiago
Escrito por María de Aquitania   
Sábado, 18 de Diciembre de 2010 00:00

Catedral de Jaca (Espeña) Catedral de Jaca (Espeña)

El Arte Románico

La civilización románica, redescubrió, potenció, utilizó y proyectó el símbolo. Con un conocimiento tradicional de casi imposible saber su forma de transmisión, estructuraron un sistema simbólico total, comunicándoselo a los hombres mediante la piedra y la leyenda, pues ambas son los únicos soportes capaces de permanecer sin contaminación en las variables modas de los hombres a lo largo del tiempo. El hombre románico, expresó el Conocimiento mediante el símbolo y conoció la manera de que su mensaje llegara del modo más eficaz.

Ya en los monasterios del siglo XI, se sabe que para transmitir la ingente cantidad de conocimientos acumulados, es necesario crear ambientes y recintos sagrados en los que la intuición se potencia por las características telúricas del lugar o la calidad de la construcción del recinto, si éste reúne las condiciones adecuadas. La arquitectura románica responderá fundamentalmente a esta necesidad y de ahí, que lo primero que resuelven los maestros constructores sea el problema de la bóveda, ya que era imprescindible un recinto enteramente cubierto de piedra viva, capaz de vibrar, para devolver al hombre cómo al claustro materno, lugar apropiado para toda acción iniciadora y cuyo fin será un nacimiento a otra vida distinta.

En este sentido, se establecen las orientaciones mayores de los templos, principalmente el eje Este-Oeste, recorrido por el Sol. Se busca la concavidad de los ábsides y la esfericidad de sus bóvedas, en donde la referencia al claustro es evidente. Se ordenan los capiteles según el ritmo predeterminado exigido por el edificio. Se estudia hasta la iluminación de esta especie de cueva, ya que se intuye la suma importancia que tiene la luz.

En contra de lo que pueda parecer, la Iniciación románica no ama la penumbra, sino la luz tamizada y dispersa que baña los espacios sin dejarse sentir. Utiliza para ello planchas de alabastro que parecen retener por un instante la luz exterior, distribuyéndola con igual intensidad en todas direcciones. Si en el interior las iglesias románicas se cuida tanto el detalle, exactamente igual sucede en el exterior, reflejo y anuncio del interior. Estudiando los lienzos de pared, canecillos, mochetas, capiteles y tímpanos, el Inciado sabe a lo que ha de prepararse y el esfuerzo que debe hacer para ponerse en tensión receptiva.

A determinadas iconografías les será dado un papel concretísimo. Comunicar al que se acerca y conoce, que aquel es un recinto sagrado en el que se ha depositado un Conocimiento, que precisa un cambio de actitud al traspasar sus umbrales, y no será otra, por ejemplo, la función de los leones de las mochetas. Por último, cuando la edificación ha sido levantada según los cánones sagrados, los Compañeros constructores estampan su firma en lugar aparente o discreto. Tal es el caso de los crismones de los constructores pirenaicos.

En el románico, como en todo arte sagrado, nada es accesorio o decorativo, ya que no se concibe el arte por el arte. Todo desempeña una función precisa y nada es gratuito.

(continuará)

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