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El Mundo Asiático. China y la expansión del Budismo (I)
Publicaciones Orden del Temple - Peregrinaciones. El Camino de Santiago
Escrito por María de Aquitania   
Sábado, 06 de Noviembre de 2010 00:00

Hacía cinco siglos que el Budismo había nacido en la India sin alcanzar un gran éxito, cuando sus misioneros infiltrados por el norte de las fronteras, llevaron a Mongolia, Tibet y China la doctrina Mahayana budista, y los del sur desarrollaron otro aspecto de la doctrina Hinayana, especialmente en Ceylan y Birmania. El Budismo septentrional, consideró a Buda como dios, mientras que el meridional lo hizo como “gran maestro”.

Dos monjes misioneros que se establecieron en China a principios de nuestra Era, llevaban ya un caudal escrito de esta doctrina, que se refería tanto a la ordenación monástica cómo a varias reglas de maestros, que se fueron traduciendo al Chino en los primeros monasterios, cuya fundación fue autorizada por los emperadores de la China en el transcurso de los primeros siglos de nuestra Era. A partir de ahí, el Budismo chino se hace más estudioso y son cada vez más numerosos, los monjes chinos que peregrinan a la India, y por varios caminos, llegó a la China un gran caudal de textos Budistas de las dos tendencias, que llegaron a producir en los creyentes un gran confusionismo, al que no era ajena la errónea teoría de interpretar en cierto modo el Budismo, como una manifestación del Taoísmo.

Grandes monasterios que gozaban del favor imperial, se llenan de gran cantidad de monjes, que se dedican a transcribir la doctrina Budista, así como a interpretarla, mientras los legos trabajaban en los huertos circundantes. Otros, salían con su escudilla, cabeza afeitada y hábito amarillo, a mendigar por las ciudades con el carácter de peregrinos y misioneros, aunque el hecho en sí de las prácticas de peregrinación, no tenía nunca la acogida entre los chinos como la que había en otros países.

También en el Tibet, el Budismo se adaptó a las más tradicionales creencias animistas y de potencias de la Naturaleza y en los monasterios tibetanos, los lamas crearon el culto a los budas vivientes, como diversas encarnaciones de hombres santos que se identifican a Buda. Así nacen reliquias nuevas, imágenes y amuletos, que repartía el monasterio entre los peregrinos.

Estos, viajan incorporados a las caravanas de mercaderes, porque las rutas inhóspitas sólo podían cruzarse por las rutas ya previstas y en unión de un fuerte grupo de hombres para auxiliarse. La meta más importante de las peregrinaciones tibetanas fue siempre Lahsa, ciudad santa Budista donde tiene su palacio el Dalay Lama, a 3.630 metros de altura y cuya ciudad tiene unos 20.000 habitantes. Allí tenían lugar anualmente diversas solemnidades religiosas, con las que procuraban coincidir los lamas peregrinos procedentes de otros monasterios, para unirse a las procesiones y cantos rituales. Otros peregrinos eran hombres sencillos del Tibet, pastores o mercaderes, que allí rendían tributo a los lamas Budistas, pero no dejaban de invocar durante la ruta, a los espíritus de lagos y montañas que encontraban a su paso, pues creían que si enojaban a estos espíritus, no llegarían al final del viaje.

(continuará)

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