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Concilios y Sínodos de la Iglesia Romana (IV)
Publicaciones Orden del Temple - Concilios y Sínodos de la Iglesia Romana
Escrito por Yo Soy   
Sábado, 04 de Septiembre de 2010 00:00

  Banquete Eucarístico. Catacumbas de San Calixto. Roma.

 

I. La comunión como lazo de unión.

En las crónicas históricas, permanece la convicción de que los primeros tiempos del cristianismo fue una época feliz, en la que las primeras comunidades vivieron su fe en Cristo con plenitud, practicando intensamente la caridad y fraternidad. Es cierto que en aquellos años, la dedicación de los discípulos del Señor, dieron grandes frutos, pero la realidad de los primeros cristianos fue mucho más compleja y contradictoria de lo que hoy nos podamos imaginar.

En la extensa historia del cristianismo, nos encontramos con bastante frecuencia herejías, desencuentros, cismas y enfrentamientos, que aunque no llegaron a romper la sustancial comunión de los creyentes, si es cierto que la acompañó y dificultó en muchísimas ocasiones.

Desde los primeros días de las comunidades cristianas, apenas murió Jesús y los apóstoles se dispersaron para la propagación del Evangelio, las distintas opiniones, las agrias disputas sobre el valor de la Ley judía, los enfrentamientos entre cristianos con motivo de la interpretación de algunos postulados, fueron una constante. La paz que debería haber debido existir entre estas comunidades, fue con mucha frecuencia turbada y desde luego, siempre escasa.

Expuestos siempre a los ataques externos, no siempre encontraron en su interior la calma que les era tan vital. Cristianos judíos y cristianos gentiles, griegos y romanos; discípulos de Pablo, Pedro o Juan, manifestaban con vehemencia puntos de vista divergentes, y Pablo llegó a definir como “falsos apóstoles” y “siervos del demonio”, a otros misioneros cristianos con los que se encontraba en discordia.

Como es sabido, la cristiandad primitiva no era una Iglesia uniforme y centralizada y ya Pablo hablaba de comunidades diversas, y en los textos apostólicos, encontramos que no todas eran intachables, ni tampoco se comprometían y apreciaban. Por el contrario, mostraban a menudo su belicosa divergencia y oposición.

Recordemos las posturas opuestas de cara a las leyes de la alimentación, que podemos ver en Corintios 8-10 y Romanos 14, las posturas divergentes ante la Ley, en San Marcos y San Mateo, y las renovadas incomprensiones, entre los cristianos provenientes del judaísmo y los que venían de los gentiles.

A pesar de todo, la gran Iglesia era algo real, sentido y vivido por todos los cristianos, que eran conscientes de formar parte del Cuerpo de Cristo y pertenecer al cuerpo de sus discípulos. ¿Qué consiguió crear esta identidad común, aquella envidiable solidaridad que caracterizó, a pesar de las dificultades aquellas primeras comunidades?. ¿Cómo convivió la unidad y la diversidad, de forma que creyendo todos en Cristo y participando de la misma Eucaristía, mantuvieran cada uno su personalidad y diversas tradiciones?.

 

(continuará)

 

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