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La Comunidad Esenia
Publicaciones Orden del Temple - Historias Bíblicas
Escrito por María de Aquitania   

 

Los Esenios, son una genuina manifestación de la Milicia del Verbo, y con un enorme paralelismo, con la manifestación Templaria del medioevo. Los Esenios, cuyo nombre significa los Piadosos, se llamaban así mismos Hijos de la Luz.

Acerca de ellos sabemos bastante, gracias a tres escritores del siglo I d.C.: Plinio, Josefo y Filón, siendo merced a éste último a quien debemos la conservación, a través de sus obras, de la doctrina secreta de Zoroastro.

La descripción de Plinio es breve, pero muy importante, pues localiza a la Comunidad Esenia, exactamente en el lugar donde se encontraron el edificio y la biblioteca. Nos dice: “Los Esenios, habitaban la costa occidental del mar Muerto, pero lo suficientemente apartados de él, como para evitar sus efectos nocivos. Son gente solitaria y muy superior al resto de la humanidad. Son pobres y han renunciado al comercio con Venus”.

A diferencia de Plinio que era romano, Filón y Josefo eran ambos judíos y los Esenios, inspiraron al primero para la confección de su obra “Tratado para probar que todo hombre bueno es también libre”.

Historiador, y habiendo pertenecido algún tiempo a la Orden, Josefo retrata a los Esenios con gran realismo y nos dice que estaban más ligados entre sí que los miembros de las otras dos comunidades judías de aquellos tiempos: Fariseos y Saduceos, a las que también conocían en profundidad por haber pertenecido a ellas.

Constituían de hecho una hermandad, continúa, que tenía algo en común con los Pitagóricos, habiendo renunciado a las riquezas, comían solo los alimentos más simples y usaban la ropa y el calzado hasta destrozarlos, antes de adquirir otros nuevos. No ocupan ninguna ciudad, pero se establecen en gran número en las poblaciones menores. Filón dice, que evitan las ciudades y prefieren vivir en los pueblos. En lo que coinciden ambos historiadores, es en que los Esenios organizaron Comunidades que se ajustaban en torno a un centro, donde se reunían para las comidas y de la cual siempre eran responsables. Tenían todos sus bienes en común. Los nuevos miembros, estaban obligados a entregar sus propiedades a la Orden y todos debían contribuir con sus jornales; a cambio, no carecían de lo necesario. La ocultación de algún bien, era severamente castigada, y aún la ropa era de propiedad común.

No había compra ni venta entre ellos, pudiendo obtener gratuitamente cualquier cosa de sus hermanos. Se sostenía a los enfermos que no podían trabajar y la mayor parte de ellos vivían más de cien años.

Según Filón, cultivaban la tierra y se dedicaban a oficios pacíficos. Eran granjeros, artesanos, pastores, vaquerizos, apicultores y nunca se ocupaban del comercio. No había entre ellos esclavos ni señores, convencidos de que la fraternidad humana es una relación natural de los hombres, y que únicamente ha sido destruida por la competencia de los ambiciosos, por lo que mantenían una igualdad fraternal.

Dice Josefo, que leían muchos los escritos de los antiguos, y de ahí sin duda, la cantidad de rollos encontrados en las cuevas de Qumrâm; sin embargo, según Filón, no cultivaron el aspecto lógico de la filosofía ni gastaron su tiempo en el examen superfluo de los términos griegos. Se ocuparon solamente del aspecto moral. Estudiaron las raíces medicinales, y hemos de tener en cuenta, que la palabra Esenio, significa también terapeuta y sanador. Poseían el don de la predicción del futuro, de lo cual Filón da ejemplos; prestaban escrupulosa atención a la limpieza y los hábitos referentes a la defecación, eran, para el Oriente Medio de aquellos días, notablemente sanitarios. Vestían siempre de blanco y tanto en el vestido como en la conducta, dice Josefo, parecen niños bajo rigurosa disciplina.

La jornada de los Esenios, estaba por completo sujeta a ella; no debían conversar antes de la salida del Sol y se limitaban a recitar plegarias, en las que suplicaban al astro que se les mostrara. Después de esto, iban al trabajo, que se prolongaba hasta la hora 5ª (alrededor de las 11), que volvían gozosos de sus tareas, se lavaban con agua fría, vestían sus ropas de lino y se dirigían al refectorio como a un Santuario. El sacerdote que presidía el refectorio, recitaba la acción de gracias y volvía a rezar después de la comida. Los Esenios, se quitaban después sus ropas de lino, consideradas sagradas, y regresaban al trabajo. Por la noche, se reunían nuevamente para comer con los huéspedes que ocasionalmente les acompañaban. Ni charla ni alborotos. Hablaban por turnos y su silencio, daba la impresión de un tremendo misterio a los extraños.

Los Esenios, estaban excluidos del patio del Templo de Jerusalén y no ofrecían sacrificios de animales; nunca se acercaban a ese centro de culto judío. En cuanto a la doctrina, mientras los Saduceos no creían en la inmortalidad y pensaban que el alma moría con el cuerpo, los Esenios miraban al cuerpo como cosa corruptible, pero sostenían que el alma era imperecedera. Aunque el espíritu emanaba del más puro éter, un hechizo natural lo arrastraba hacia abajo y quedaba atrapado en la prisión del cuerpo; pero una vez puesto en libertad por la muerte, se alegraba y era llevado a lo alto.

Tanto Josefo como Filón, están de acuerdo en subrayar el respeto general que se manifestaba a los Esenios, y el primero declara que sobrepasaban en virtud a los griegos y a los bárbaros, habiendo conseguido mantener durante años, un alto nivel de disciplina.

Las distintas y crueles invasiones que sufrieron aquellos territorios, motivaron genocidios horribles en masa y en todas las ciudades dejaron testimonios de su impiedad y su odio, sin embargo, ni aún el más inmoderadamente cruel de aquellos tiranos, ni el más traicionero e hipócrita de los opresores, pudo levantar una sola acusación real contra los Esenios o Santos. Todos ellos vencidos por la virtud de esos hombres, los respetaron como libres por naturaleza, considerando que no estaban al alcance de la ira de ningún ser humano, pues su compañerismo y su buena fe, escapaban a toda descripción.

Josefo vuelve a hablar de ésta fortaleza y la admiración que despertaban: “No hacen caso del peligro y triunfan del dolor, gracias a una voluntad resuelta. La guerra con los romanos, probó sus almas de cuantas maneras era posible: estirados en el potro, retorcidos, destrozados, quemados, sometidos a todos los instrumentos de tortura para que blasfemaran de su Legislador o comieran alimentos prohibidos; no consintiendo en tales demandas y ni una sola vez adularon a sus perseguidores ni derramaron lágrimas. Sonriendo en la agonía, exhalaban el alma con júbilo, pues confiaban que la recibirían nuevamente”.

Cualquier palabra entre ellos, tenía la fuerza de un juramento, y los Esenios, fueron los verdaderos cristianos de la Iglesia Primitiva, donde la auténtica fraternidad era el rasgo primordial, pero también la fe, el Conocimiento y la humildad, en aras del amor de Dios en el servicio de la humanidad.

Los documentos descubiertos en las cuevas de Qumrâm a partir de 1.947, han puesto de manifiesto su importantísimo papel inspirador y organizador del Cristianismo Primitivo, continuador de la religión del Verbo que habían profesado Ram, Abraham y Moisés, y que se había conservado en Egipto y por ciertos Iniciados hebreos, que la mantuvieron en su pureza fuera del alcance de profanos e invasores.

La conducta de la Orden y el comportamiento de los Hermanos, venían dimanados de su Regla que era el Manual de Disciplina, en el que se aunaban la confraternidad y la Jerarquía. Según Josefo, el candidato no era admitido durante el primer año, se le daba solo el ropaje blanco, un cíngulo y un pico pequeño para que cavara sus propias letrinas, al tiempo que se le ponía en estrecho contacto con la Regla, y se le permitía participar en la más pura especie del agua santa, pero todavía no era recibido en las reuniones de la Comunidad, sino que era puesto a prueba dos años más y si al final de éste periodo se le consideraba apto, se le permitía participar en la comida común, pero antes debía pronunciar muy serios juramentos, de los cuales el primero consistía en practicar el amor a Dios y el siguiente en observar la justicia respecto a los hombres. Juraba también que no causaría nunca daño a nadie, ni por propia determinación ni por órdenes ajenas; que se enfrentaría por siempre a lo injusto y lucharía por lo justo; que mantendría constantemente la fe en el Altísimo y la bondad para con los hombres, y que en el caso de obtener autoridad, no abusaría jamás de ella ni de superioridad alguna. Juraba también ser amante de la verdad y poner en evidencia a los mentirosos; que mantendría sus manos alejadas del robo y su alma pura de toda ganancia pecaminosa; que no ocultaría nada a los miembros de la Orden y que tampoco descubriría ninguno de sus secretos a los extraños, aun cuando fuera torturado hasta la muerte. Juraba igualmente, que transmitiría las Reglas tal como las recibió y que preservaría con cuidado los escritos de la Orden.

Toda la doctrina Esenia, está en perfecta concordancia con el mensaje Crístico, así como sus hábitos lo están con los del mismo Jesús el Cristo, así como con los de Juan el Bautista, que era un Gran Iniciado de la Orden.

Los Esenios, se llamaban a sí mismos como he dicho, Hijos de la Luz, y su lucha estaba dirigida contra los hijos de las tinieblas, pero sin odio ni cólera, sino con decisión y energía.

La misión principal de la Orden, fue la de preparar el advenimiento del Mesías, formando parte de éste proyecto, un cierto número de Iniciados que ayudarán primero al Cristo en su misión Redentora y luego a los Apóstoles.

No cabe duda, que la Orden Esenia cumplió con su altísimo cometido, preparando cuidadosamente el nacimiento de Jesús, como también había preparado el de Su precursor Juan el Bautista, ayudándoles en sus respectivas misiones con la mayor discreción.

Después de la muerte de Jesús, los Esenios siguieron prestando sus servicios a los Apóstoles y sus discípulos, sobre todo a los de Asia Menor, con tal eficacia y prudencia, que solo en la actualidad, después del paso de los siglos, ha sido reconocida su inmensa labor por la mayor parte de los historiadores del cristianismo, que no dudan en apreciar la marca Esénia, en toda la organización de la Iglesia Primitiva.

Hasta los tiempos modernos, la labor de los Hijos de la Luz, ha permanecido ignorada, sin embargo, el hallazgo de los manuscritos de Qumrâm, justamente en el año en que los judíos ocupaban por la fuerza de las armas Palestina (1.947), vendría a poner luz sobre esta Orden singular.

El odio de los jefes judíos contra los Esenios fue feroz, como lo demuestra el hecho de que el Gran Sacerdote de Jerusalén, organizara una expedición violenta contra Qumrân y asesinara al Maestro de Justicia mientras oficiaba en el Templo.

Las diferencias entre judíos y Esenios eran enormes, no solo en lo referente a la interpretación de las Escrituras, sino también al comportamiento y reglas de vida. Los Esenios, herederos de la Orden de Melquisedec, acusaban a los judíos de usurpación del sacerdocio y contaminación del Santuario, pues rechazaban los sacrificios de animales. Así mismo, el calendario era también objeto de discusión, ya que Qumrân se regía por el calendario solar mientras que Jerusalén utilizaba el lunar, por lo que las celebraciones litúrgicas no coincidían.

A través de éstos meros aspectos podemos percibir, la radical oposición de principios que había entre unos y otros, pues mientras los Esenios habían recogido la esencia de la tradición del Verbo Solar de Ram, cuyo hilo conductor venía de Melquisedec y Abraham, los Iniciados de Egipto y Moisés y que se basa en el Principio Dórico, de complementariedad de los principios masculino y femenino; los judíos, quizás bajo la influencia de sus muchos invasores, habían adoptado el principio Jónico, simbolizado por la Luna, que es femenino y reflejo solar.

Los Esenios, eran conscientes, no sólo de preparar una Nueva Alianza, sino más aún, de vivir ya ésta Nueva Alianza con anterioridad al advenimiento del Mesías, y consideraban a su Orden, como la vanguardia de un nuevo Israel, y a sus miembros, como los precursores de una nueva Era, en la que la Alianza no sería según la carne ni la sangre, sino según el Espíritu. Todo esto y muchas cosas más, ha quedado confirmado y ratificado por el Cristo, con conceptos que le son propios a los Esenios, a través del Evangelio del Verbo, el de Juan.

La Orden de los Hijos de la Luz, fue torturada, disuelta y destruida en su cuerpo, durante la represión de los romanos del año 70 d.C.; Qumrâm fue arrasada y muchos Esenios asesinados, exactamente igual que ocurriría en el medioevo con la Orden de los Pobres Caballeros del Cristo, los Templarios, cuya manifestación curiosamente, duró aproximadamente lo mismo que la de los Esenios: 200 años. Pero el alma y aún más, el Espíritu de la Milicia del Verbo, quedó a salvo.

LOA A LOS MÁRTIRES

¡Oh bienaventurados mártires, que fueron probados por el fuego, como oro precioso, vestidos de la gloria de la fe y del yelmo de la salvación; que fueron coronados con diadema y corona inmarcesible, porque pisotearon la cabeza del diablo!.

¡Oh bienaventurados mártires, que merecían morada digna en el Cielo, de pié a la derecha del Cristo, bendiciendo a Dios Padre omnipotente y a Nuestro Señor Jesucristo, Hijo Suyo!. Amén.

(Esta Loa, se ha conservado, merced a San Fructuoso y pertenece a la Iglesia Primitiva).



Copy Right. Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.009.

 
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