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Como el Hombre Piensa (XI y XII)
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por María de Aquitania   
Sábado, 19 de Diciembre de 2009 00:00

 

XI. Sed pues perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial.

Este mandamiento, es de las más tremendas cosas de toda la Biblia. Él nos lo manda y no lo haría si esto fuera un imposible y además, lo propone como algo que tenemos que efectuar. De ahí se desprende, que el hombre no puede ser hijo del pecado, desheredado y sin esperanza, sino que es de linaje Divino, potencialmente Divino y perfecto.

En consecuencia, no puede existir ningún poder en el mal que nos mantenga eternamente esclavizados, sólo será cuestión de tiempo el que alcancemos la salvación.

Recordemos que todos los grandes maestros espirituales dijeron: Para alcanzar el Reino de los Cielos, hay que pasar por la tormenta.

XII. Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti.

La esencia de esta frase está condensada donde dice: “Ora a tu Padre que está en el secreto, y Él te recompensará”. El hombre es soberano de un reino, aunque casi ninguno lo sabe. Jesús comienza muchas parábolas diciendo: “Había un gran rey”...., pues cada uno de éstos reyes es en verdad cada uno de nosotros, según los aspectos del alma que presentan.

La Biblia es el libro de cada hombre y es también un manual de metafísica para el desarrollo del alma; y desde el Génesis hasta el Apocalipsis, se ocupa de ese desarrollo y despertar del sujeto. Todos nuestros problemas se estudian en ella desde todos los ángulos posibles y responde a todas nuestras necesidades y disposiciones de ánimo. Igual somos rey, pescador, labrador, comerciante, sacerdote o mendigo.

En el Sermón de la Montaña el hombre es rey, soberano absoluto de su reino. Creamos nuestras condiciones y podemos destruirlas: Nuestra salud, atraemos o rechazamos a ciertas personas, atraemos riqueza o pobreza, serenidad o temor y todo, según la manera que gobernamos nuestro reino. El hombre, se ha engañado acerca de la naturaleza de a vida y la suya propia, por eso dice Jesús: “Conoce la Verdad y la Verdad te hará libre”. Si es verdad que nuestras desgracias nacen de nuestros pensamientos erróneos presentes y pasados, cabe preguntarse por qué Jesús tuvo que enfrentarse con tantas dificultades y por qué esa terrible lucha con el miedo en el huerto de Getsemaní así como de Su muerte en la cruz.

La respuesta es excepcional, porque Jesús no sufrió por sus pensamientos, sino por los nuestros y Él lo escogió deliberadamente para ayudar a la humanidad. En el lugar secreto del Reino, lugar que nadie salvo nosotros conoce y es de nuestro dominio exclusivo, allí podemos aceptar o rechazar lo que queremos, y cualquier pensamiento que elijamos, tendrá tarde o temprano su realización en cosas o en hechos, de ahí nuestra responsabilidad. Habiendo alimentado ciertas ideas, no tenemos poder para cambiar sus consecuencias. Nuestra libertad, consiste en la facultad de elegir los pensamientos. Por tanto, si queremos que un timbre no suene, no apretemos el botón.

Si entendemos que los pensamientos de hoy determina los hechos de mañana, que nuestra salud y los negocios dependen de lo que pasa en la conciencia, seleccionemos nuestros pensamientos con el mismo cuidado que el alimento físico. El pensar en la enfermedad, es uno de los dos factores que la producen y el menos importante; el mayor, las emociones negativas o destructivas como la ira, el resentimiento, los celos, el rencor, etc., son elementos para dañarla seriamente, al margen de que esos sentimientos sean o no justificables. Si oprimimos un botón, sea con intención buena o mala, el timbre sonará. Esa es la Ley.

Alimentar la emoción del odio, equivale a atraer sobre nosotros la desgracia, en proporción a la intensidad de la emoción y el tiempo que se le ha dedicado a ella. Jesús dice, que las oraciones tengan vida, que no sean la representación de frases aprendidas. Hay que sentir la inspiración Divina, poniéndonos receptivos hacia Dios. Llenemos el vacío de nuestros anhelos, con el sentido de amor de Dios y las cosas que necesitamos aparecerán en nuestra vida. No tengamos reparo en definir nuestras necesidades, porque Jesús también lo hacía.

(continuará)

 

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