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Castillos. Asedios II
Publicaciones Orden del Temple - Castillos
Escrito por Amo del Castillo   
Sábado, 28 de Marzo de 2009 11:32

 

Bien, una vez realizada la introducción pertinente, pasemos a detallar cada aspecto de los asedios. Comenzaremos por lo más significativo: La poliorcética. Ésta palabra tan rara procede de Demetrio , hijo de Antígono Monoftalmos, uno de los diádocos de Alejandro que se repartieron su vasto imperio tras su muerte. Por su indudable ingenio a la hora de llevar a cabo este tipo de operaciones recibió el sobrenombre de POLIORCETES, que viene a significar "el asediador de ciudades". Como ejemplo de sus creaciones, mencionar la bastida que mandó construir durante el asedio a Rodas, que midió alrededor de los 45 metros de altura y que, tras fracasar en el intento, fue usada para la construcción del famoso Coloso que pasó a formar parte de las Siete Maravillas del mundo antiguo.

Por lo tanto, recibió el nombre de poliorcética la ciencia que estudiaba las distintas formas de expugnar fortificaciones de cualquier tipo y, concretamente, la construcción de máquinaria para ello. A lo largo del tiempo se han creado multitud de ellas, e incluso el polifacético Leonardo da Vinci nos dejó una amplia colección de diseños entre los que vemos desde catapultas a carros de combate o incluso unos artefactos que bien podrían ser primitivos helicópteros si hubiesen dispuesto de la fuerza motriz adecuada.

En ésta entrada hablaremos de la máquina más extendida en los asedios: El ariete. Aunque es un ingenio cuya antiguedad se remota a siglos y siglos, debe su nombre a los romanos. La opinión más extendida es que procede del latín aries, arietis, en referencia al terminal de bronce con forma de cabeza de carnero con que remataban el grueso tronco que lo caracterizaba. Sin embargo, personalmente dudo mucho que sea esa la verdadera etimología de la palabra por dos motivos, a saber:

1: Para un ejército como el romano, cuyos medios de transporte eran mínimos, acarrear durante cientos y cientos de kilómetros una cabeza de carnero fabricada en bronce que pesaría varios quintales se me antoja un poco absurdo e impracticable.

2: Dudo aún más que, una vez planteado el asedio, dispusiesen de los medios adecuados, así como de las materias primas, para fundirla un situ.

Así, más bien me inclino a pensar que el término ariete procede del simil de la máquina con los testarazos que estos animales se propinan entre ellos. De hecho, cualquier terminal lo bastante sólido como para no hacerse añicos al golpear una muralla valía, tuviese la forma que tuviese.

No había un diseño concreto a la hora de fabricarlo. Podía ser desde un simple tronco acarreado por varios hombres a una casamata de madera en cuyo interior podía ser manejado con más protección. En estos casos, solían ser recubiertas de pieles crudas previamente empapadas en agua a fin de evitar que los defensores la incendiasen, bien mediante brea o vinagre, bien mediante flechas inceniarias o arrojando sobre ella antorchas o teas.

El problema con que se enfrentaban estos artefactos era algo que los romanos supieron solucionar, si bien a costa de tener que fabricar una máquina muchísimo más compleja. Los arietes normales funcionaban mediante oscilación, como un péndulo, al sustentarlo bajo una viga de la que pendía mediante sogas o cadenas. Debido a ello, el impacto contra la muralla tenía lugar casi al final del movimiento pendular, por lo que la fuerza que desarrollaba era menor. Así, los romanos, unos ingenieros militares de primerísima clase, desarrollaron un ariete que era accionado mediante poleas y que, en vez de estar colgado para logar un movimiento pendular, se deslizaba sobre un carril. Y en vez de oscilar, era impulsado mediante unos juegos de poleas que lograban justamente lo contrario que el péndulo, o sea, que al ser lanzado contra la muralla lograba su máxima energía al final de su recorrido. Ésta versión de los arietes fueron llamados trépanos, que Vitrubio definió como una especie de barrena accionada mediante un mecanismo de torno que permitía agujerear los paramentos de las murallas.

Pero éste tipo de ariete, que yo sepa, no fue usado en el medioevo. Aquí tuvieron más proliferación los anteriormente mencionados, montados en una casamata tal y como podemos ver en el croquis inferior:

 

 

Como podemos ver, se trata de una plataforma dotada de ruedas para ser desplazado y dotada de una techumbre. De una viga interior pende de fuertes sogas. El terminal en éste caso es un cono metálico. Una vez adosado a la muralla, se clavaban en el suelo unas cuñas para inmovilizar las ruedas. Para desplazarlo se recurría por lo general a hombres que, desde dentro de la casamata, lo empujaban si sus dimensiones y peso lo hacía posible. En caso contrario y si había disponibilidad de ellos, se usaban caballos o bueyes que tiraban de la máquina al contrario, o sea, de sogas dispuestas en poleas fijadas en estacas clavadas a una distancia prudencial de la muralla.

Pero los constructores de fortalezas ya contaban con la posiblidad de que hipotéticos agresores usasen estas máquinas, por lo que hacían lo posible por complicar las cosas a los atacantes. La más usada era el foso, del que ya hablamos en una de las entradas dedicadas a la defensa pasiva. Sólo había una forma de franquear un foso, si bien era impresdindible que fuese un foso seco, y era rellenarlo con faginas y colocar sobre ellas zarzos que permitiesen a la máquina llegar hasta la muralla.

Si la orografía del terreno o su composición no permitían excavar un foso, siempre se podía recurrir a aumentar el grosor de la muralla mediante un talud o rebotadero.

 

 

En el croquis superior podemos hacernos una idea clara del tema. Como se ve, gracias al talud se aumenta el grosor de la muralla varios metros en la zona en que el ariete va a golpear. Si a eso añadimos que el nivel del suelo en interior del castillo podía estar por encima del talud, los efectos del ariete podían ser prácticamente nulos. Desde el cadalso que vemos sobre la muralla, los defensores podían hostigar al ariete, o lanzar un gancho para inmovilizarlo (como vimos en la entrada anterior).

En cualquier caso, los arietes fueron una de las máquinas más utilizadas en los asedios. Si los defensores no se daban maña para destruirlo, una brecha en la muralla acababa franqueando el paso a los atacantes.

 

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