Templo Oración

En el Templo de Oración, Luz, Paz y Energía, los hermanos de la Orden del Temple oran para ayudar a todo aquel que lo solicite ante cualquier situación personal y/o colectiva.

Donaciones

Como Organización sin ánimo de lucro y de base religiosa, aceptamos donaciones que puedan hacer que nuestra labor continúe diariamente al servicio del Cristo.
(En muchos países este tipo de donaciones tienen deducciones fiscales).

Información Usuario

IP Address
3.15.202.214
United States United States
Explorador
Unknown Unknown
Sistema Operativo
Unknown Unknown

Su Hora

Música

module by Inspiration
Castillos. Defensa Activa II.
Publicaciones Orden del Temple - Castillos
Escrito por Amo del Castillo   
Sábado, 28 de Marzo de 2009 11:14

 

Ya hemos visto un arma individual para la defensa de las guarniciones. Obviamente, disponían de más medios para complicarle las cosas a los asaltantes, medios estos que, a veces, no se distinguían por su sofisticación. Daremos un repaso somero a los más significativos:

 

Comenzaremos por uno de los más antiguos: La balista. Éste artefacto ya era usado por los romanos, y su diseño debía ser más que bueno porque, durante siglos, permaneció inalterable. Era básicamente una ballesta, pero de proporciones mucho más grandes. No funcionaba mediante la torsión de una pala, sino por la torsión de fibras, bien de origen vegetal, bien animal, como la crin de los caballos. Lanzaba un dardo enorme, más o menos como una lanza manesca. Obviamente, podía ser usado tanto por agresores como por defensores. En el caso que nos ocupa, eran bastante efectivas para lanzar dardos incendiarios contra los ingenios que los asaltantes intentaban adosar a las murallas, o para atravesar los manteletes tras los que se defendían. Disponía de un básico mecanismo de regulación del ángulo de disparo, lo que le permitía tanto el tiro directo como parabólico. En la imagen inferior se puede ver claramente en qué consistía:

 

 

Sin embargo, la fabricación de éste tipo de máquinas requería artesanos especializados que no siempre estaban disponibles. Por ello, en caso de un asalto, los defensores recurrían casi siempre a métodos menos elaborados, pero no por ello menos expeditivos.

El cine, como siempre, nos suele dar una imagen errónea de estos temas y, por desgracia, la mayoría de la gente suele dar por cierto lo que ven en las películas. Uno de los errores más habituales es ver como arrojan sobre los asaltantes aceite hirviendo. Pero no, no usaban aceite. El aceite era caro, y había elementos tanto o más efectivos para repeler atacantes, y por supuesto más baratos. Eran la brea y el vinagre.

La brea se usaba de muchas formas: Bien vertiéndola sobre los atacantes y luego arrojando teas para que ardiesen vivos, bien empapando con ella pellas de estopa que, lanzadas mediante manganas, podían incendiar el campamento enemigo. El vinagre simplemente se ponía a hervir en grandes calderos y se vertía sobre los asaltantes. Ambos productos producían quemaduras terribles, la mayoría de las veces mortales. Aparte de eso estaba el efecto psicológico, ya que eso de morir achicharrado no ha resultado nunca agradable para nadie.

Pero si no había ni brea ni vinagre, siempre podía recurrirse a algo tan básico y abundante como las piedras. Pero que nadie piense que en los castillos se disponía de provisión de pedruscos para lanzarlos sobre las cabezas de hipotéticos asaltantes. La cosa era más básica. Simplemente se recurría a arrancar piedras de los paramentos interiores.

Por otro lado estaba el famoso fuego griego. No era nada habitual su uso, ya que su fórmula era algo tan secreto que muy pocos tenían conocimiento de ella, pero se tiene constancia de su uso durante la Edad Media. Como su nombre indica, el invento se debe a los bizantinos, llamados griegos por los occidentales, alrededor del siglo VII. Era algo similar a nuestro moderno napalm, ya que nada lo podía apagar, ni el agua, ni la tierra... Parece ser que sólo el vinagre aminoraba un poco sus terribles efectos. Se solía usar envasado en pequeñas tinajas provistas de rudimentarias mechas hechas a base de cuerdas o trapos empapados en aceite que, lanzadas a mano o mediante máquinas, al romperse esparcían el contenido ardiente. Al ser una substancia resinosa, se pegaba donde caía. Su fórmula parece ser que consistía en: Azufre, ácido tartárico, brea, sulfato cálcico, sal hervida, petróleo, aceite común y el extracto de una planta gomo resinosa llamada paula sarcocolla. Para usarlo era preciso calentarlo previamente.

Obviamente, el fuego griego podía ser usado tanto por atacantes como por defensores. En todo caso, era un arma temida por todo el mundo por su devastadora efectividad.

Finalmente, comentar los medios para defenderse de los arietes. Estos artefactos, adosados a una muralla y protegidos adecuadamente, podían batirla incansablemente hasta abrir una brecha. Para impedirlo, solían usarse dos métodos, a saber:

En unos casos, los defensores descolgaban fardos de lana para amortiguar los golpes del ariete. En otros, intentaban "cazar" la cabeza del ariete con una especie de gancho en forma de pelta. Una vez atrapada, tiraban hacia arriba de ella para inutilizar así la máquina. El croquis inferior nos dará una idea más clara de en qué consistía el invento:

 

                                                                                                                                                                           Copy Right. Todos los derechos Reservados. Orden del Temple 2009.

 
USER MENU