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Solsticio de Verano y Noche de San Juan
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por Sion de Bouillon   
Martes, 23 de Junio de 2009 00:00

La celebración del solsticio de verano, es tan antigua como la misma humanidad. En un principio se creía que el Sol no volvería a su esplendor total, ya que después de esta fecha los días son más cortos. Por ello, fogatas y ritos de fuego de toda clase se iniciaban en la víspera del pleno verano, ó 20 de Junio, para simbolizar el poder del Sol y ayudarle a renovar su energía.

Se celebra bailando y saltando alrededor del fuego para purificarse y protegerse de influencias demoníacas y asegurar el renacimiento del Sol.

En los antiguos mitos griegos a los solsticios se les llamaba “puertas”, y en parte, no les faltaba razón. La “puerta de los hombres”, según estas creencias helénicas, correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio) a diferencia de “la puerta de los dioses” del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre).


Hay dos momentos del año en los que la distancia angular del Sol al ecuador celeste de la Tierra es máxima. Son los llamados solsticios. El de verano es el gran momento del curso solar y (a partir de ese punto), comienza a declinar. Antes de cristianizarse esta fiesta, los pueblos de Europa encendían hogueras en sus campos para ayudar al Sol en un acto simbólico con la finalidad de que “no perdiera fuerzas”. En su conciencia interna sabían que el fuego destruye lo malo y lo dañino. Posteriormente, el hombre seguía destruyendo los hechizos con fuego.


Se ha asociado esta festividad al solsticio de verano, pero esto tan solo es cierto para los habitantes que viven por encima del ecuador (en el hemisferio norte), ya que para los del sur el solsticio es el de invierno.


En el hemisferio norte es el día más largo y, por lo tanto, el poder de las tinieblas tiene su reinado más corto y en el hemisferio sur ocurre todo lo contrario. En cualquier caso, al Sol se le ayuda para que no decrezca y mantenga todo su vigor.


Este simbolismo era compartido por pueblos distantes, separados por el océano Atlántico. Es el caso de los viejos Incas en Perú. Los dos festivales primordiales del mundo incaico eran el Capac-Raymi (o Año Nuevo) que tenia lugar en diciembre y el que se celebraba cada 24 de junio, el Inti-Raymi (o la fiesta del Sol) en la impresionante explanada de Sacsahuamán, muy cerca de Cuzco. Justo en el momento de la salida de Sol, el inca elevaba los brazos y exclamaba: “¡Oh, mi Sol! ¡Oh, mi Sol! Envíanos tu calor, que el frío desaparezca. ¡Oh, mi Sol!”. Este gran festival se sigue practicando y representando hoy en día para conmemorar la llegada del solsticio de invierno. Los habitantes de la zona se engalanan con sus mejores prendas al estilo de sus antepasados Quechuas y recrean el rito Inca tal y como se realizaba (más o menos) durante el apogeo del Tahuantinsuyo.


Tiene unos orígenes paganos. Uno de los antecedentes que se puede buscar a esta festividad es la celebración celta del Beltaine, que se realizaba el primero de mayo. El nombre significaba “fuego de Bel” o “bello fuego” y era un festival anual en honor al dios Belenos. Durante el Beltaine se encendían hogueras que eran coronadas por los más arriesgados con largas pértigas. Después los Druidas hacían pasar el ganado entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades. A la vez, rogaban a los dioses que el año fuera fructífero y no dudaban en sacrificar algún animal para que sus plegarias fueran mejor atendidas.


También en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano encendiendo grandes hogueras de carácter purificador.


Los romanos dedicaron a la diosa de la guerra Minerva unas fiestas con fuegos y tenían la costumbre de saltar tres veces las llamas. Ya entonces se atribuían propiedades medicinales a las hierbas recogidas en aquellos días.


NOCHE DE SAN JUAN


La noche de San Juan, 23 de Junio, es la noche mágica por excelencia. Coincide aproximadamente con el solsticio de verano, 21 de junio, momento en el que el Sol alcanza su cenit y empieza a declinar. Tiene su origen en numerosos ritos y celebraciones paganas que nuestros antepasados idearon ante el temor de que el Sol decreciera y no volviese a lucir.


En la Noche de San Juan la luz se impone sobre las tinieblas. Todos anhelamos que la luz nos acompañe y que nunca la oscuridad se adueñe de nuestras vidas.


Es una fecha en la que numerosas leyendas fantásticas son unánimes al decir que es un periodo en el que se abren de par en par las invisibles puertas del “otro lado del espejo”: Se permite el acceso a grutas, castillos y palacios encantados; se liberan de sus prisiones y ataduras las reinas moras, las princesas y las infantas cautivas merced a un embrujo, ensalmo o maldición; braman los cuélebres (dragones) y vuelan los “caballucos del diablo”; salen a dar un vespertino paseo a la luz de la Luna seres femeninos misteriosos en torno a sus infranqueables moradas; afloran enjambres de raros espíritus duendiles amparados en la oscuridad de la noche y en los matorrales. Las plantas venenosas pierden su dañina propiedad y, en cambio, las salutíferas centuplican sus virtudes (buen día para recolectar plantas medicinales en el campo); los tesoros se remueven en las entrañas de la Tierra y las losas que los ocultan dejan al descubierto parte del mismo para que algún pobre mortal deje de ser, al menos, pobre; el rocío cura ciento y una enfermedades y además hace más hermoso y joven a quien se embadurne todo el cuerpo.


Por tanto, la atmósfera se carga de un aliento sobrenatural que impregna cada lugar mágico del planeta y es el momento propicio para estremecernos, ilusionarnos y narrar a nuestros hijos, nietos o amigos toda clase de cuentos, anécdotas y chascarrillos sanjuaneros que nos sepamos.


La noche y el amanecer, están dedicados a San Juan en un esfuerzo por cristianizar las numerosas fuerzas que se manifiestan en esta mágica jornada, en la que todas las sociedades tradicionales de Europa ponen en marcha numerosos rituales de antiguo origen y profunda funcionalidad cultural. La fiesta no es específica de localidades concretas, sino que se extiende por toda Europa con diversas variantes.


Un personaje-símbolo de la cristiandad y un astro presiden la celebración. Por una parte el Sol que, según la tradición popular, sale bailando al amanecer del día 24. Por otra parte el santo de la fecha, San Juan, encargado de dotar de sacralidad a la fiesta, pero que no ocupa lugar central en los rituales.

Contando con el Sol y San Juan como componentes básicos de la celebración, en la noche y el amanecer sanjuaneros los hombres manipulan diversos instrumentos simbólicos con la finalidad de luchar contra los distintos males que perjudican a los humanos, a sus actividades y a sus bienes a lo largo del año.

Fecha de transición astral que anuncia diversos cambios en la naturaleza equivale a una ruptura de orden cósmica propiciadora de emergencias del inframundo. Por eso la noche de San Juan es noche de brujas, entes que pueden provocar numerosos males a los humanos.


La Noche de San Juan, la de las tradiciones mágicas, se caracteriza por la multitud de hogueras que iluminan la noche. Los ciudadanos arrojan a la hoguera antes de su encendido pequeños objetos, conjuros, deseos e incluso apuntes del curso con el objetivo de hacer desaparecer los malos espíritus. Se guarda escrito es un papel, lo que se desee para la etapa entrante, hasta el próximo año.


El Ritual de la Noche de San Juan


Su finalidad es alejar los males que nos acosan, derribar la negra ofensiva de nuestros miedos y entrar en un periodo de alegría y bonanza donde nuestros deseos de bienestar y dicha sean una realidad.


En el Ritual se utiliza la magia de las velas para conseguir nuestros propósitos. Está formado por un altar, seis velas con los colores del Arco Iris, una vela color marrón, una vela negra de menor tamaño, un recipiente con agua de manantial y unas hojas de laurel.


Ø El altar: Es el soporte sobre el cual vamos a realizar nuestro ritual. En él encontramos un círculo que representa los hechos consumados, es decir los deseos ya cumplidos, los propósitos conseguidos. Dentro del círculo se circunscribe un heptágono, polígono de siete lados, porque el siete es el número mágico por antonomasia y simboliza los grados de perfección.


Ø Las velas de colores: Las seis velas de colores representan a la luz blanca del Sol, símbolo de pureza, que al descomponerse da cómo resultado los seis colores del Arco Iris (rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul y violeta). A estos seis colores le sumamos el marrón de la séptima vela, color que simboliza la Tierra, madre fecunda y regeneradora, necesaria para que todo pueda nacer. Siete velas en total que en su conjunto representan nuestros deseos de luz, de pureza y de regeneración. Eso es lo que queremos conseguir, el lado bueno que nos espera representado en éstas siete velas donde, una vez más, encontramos el número mágico por excelencia que nos ayudará a que el ritual sea un éxito.


Ø La vela negra: Simboliza la oscuridad que procede del negro, los males que nos acosan. Es de menor tamaño y por eso se encuentra en inferioridad con respecto a la luz blanca representada en el resto de las velas. La oscuridad del negro será vencida por la claridad del blanco.


Ø El agua de manantial: Según antiguas leyendas, el agua de los manantiales que utilizamos la Noche de San Juan cura los males, ahuyenta el mal de ojo, atrae juventud y belleza y contienen, además, virtudes fecundantes.


Ø Las plantas: Tradicionalmente las plantas que se utilizan esta noche tienen propiedades curativas o pueden utilizarse como amuletos protectores. El laurel, además es un símbolo de victoria y ahuyenta los malos espíritus.


Ø La oración: Si queremos verbalizar nuestras intenciones en esta noche podemos recurrir a estas oraciones que recogen el sentido del ritual y los fines que esperamos conseguir. Oración al encender la vela negra: “Esta vela representa la oscuridad que se inicia esta noche de San Juan y será vencida por la fuerza de la luz del Sol”.


Ø Oración al encender las demás velas y por cada una de ellas: “La luz del Sol, del Arco Iris, vencerá las tinieblas de la larga noche y todo mal pasado, presente y futuro será vencido”.


Si ya tenemos el ritual completo y queremos regocijarnos en esta noche tan especial y propicia para deshacernos de todo lo malo, lo primero que tenemos que hacer es elegir un momento de tranquilidad, y luego, en solitario o en compañía de nuestra familia o amigos preparamos el altar, preferiblemente en el suelo, disponiendo las velas, el agua y las plantas. Primero colocamos la vela negra en el centro, a continuación las velas de colores en cada uno de los vértices del heptágono siguiendo el orden de los números y haciendo coincidir los colores y, finalmente, en cualquier ángulo del altar ubicamos el laurel formando una cruz.


Esparcimos alrededor del altar algunas gotas de agua siguiendo el sentido de las agujas del reloj de manera que cerremos un círculo completo. Luego encendemos las velas, primero la negra pronunciando la oración: “Esta vela representa la oscuridad que se inicia esta noche de San Juan y será vencida por la fuerza de la luz del Sol”. A continuación encendemos las demás velas por orden de numeración y pronunciamos la segunda oración por cada una de las velas en el momento de encenderlas: “La luz del Sol, del Arco Iris, vencerá las tinieblas de la larga noche y todo mal pasado, presente y futuro será vencido”.

Nos concentramos fijando la atención en nuestro propósito y si lo deseamos escribiremos en dos hojas de papel, en una lo negativo que quemaremos con la vela negra y en otro lo que deseamos que suceda que guardaremos hasta la próxima noche de San Juan, recordando las oraciones, pensando que todo lo malo quedará eliminado, vencido, excluido de nuestra vida. Sentimos cómo la luz que sale de las seis velas del Arco Iris se funden en el blanco purificador del Sol empujadas por la fuerza que fluye de la luz de la Tierra, luz fértil y regeneradora. Unidas las siete fuerzas comienzan a devorar la luz que procede del negro, de las tinieblas arrasando los males pasados, presentes y futuros. El lado oscuro que queremos destituir ya sucumbiendo. Lentamente se impone la claridad. La luz domina sobre las tinieblas. El círculo se cierra, los hechos se han consumado, visualizamos los deseos cumplidos encerrados en el círculo donde nadie nos los puede arrebatar, percibimos la alegría que nos produce caminar hacia lo saludable.


Luego, siguiendo las costumbres ancestrales, saltamos por encima del fuego como acto que culmina el definitivo cumplimiento de nuestros propósitos. Finalmente, si no disponemos de tiempo para que las velas se consuman por sí solas, las apagamos empezando por la negra y terminando por las de colores en el mismo orden en que las encendimos. El laurel que hemos utilizado en el ritual podemos colocarlo en cualquier lugar de nuestra casa porque de él seguiremos obteniendo la protección que necesitamos.


Con la culminación del Ritual de la Noche de San Juan hemos conseguido una vez más que la luz triunfe sobre las tinieblas, que el lado oscuro quede sepultado definitivamente bajo la espléndida luz blanca que acompaña todo lo bueno que a nuestro alrededor existe. Y ahora, alborozados, empapados de nuestros buenos deseos, dejemos que nuestro ser sea capaz de rezumar y regalar la concordia y luz que hemos conseguido, al menos hasta la próxima Noche de San Juan.

 

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