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El Cuadrado Mágico (III)
Publicaciones Orden del Temple - Simbología
Escrito por María de Aquitania   
Jueves, 11 de Julio de 2013 00:00

El desconocido autor del palíndromo SATOR, aferrado todavía al geocentrismo anterior a Aristarco de Samos, y desconociendo sin duda los descubrimientos de Hiparco de Rodas, atribuyó directamente al Sol la función de ejecutor de los "trabajos inversos del Creador", es decir, de los efectos emergentes de la precesión de los equinoccios, los cuales regulan "Nolens Volens", el ritmo y la duración de los ciclos cósmicos de la humanidad.


En efecto, y para el Hemisferio Norte, el equinoccio de primavera marca el punto en el que la Tierra, en su movimiento anual de traslación alrededor del Sol, pasa del semiplano eclíptico austral a su homólogo boreal, punto que es variable, pues anualmente se desplaza en sentido retrógrado a lo largo de su órbita sobre la eclíptica. Esta retrogradación o precesión es de 50,27 segundos de arco por año trópico (365,242 días solares medios), lo que implica en forma poco menos que exacta, una variación de 1º de arco en 72 años, 30º en 2.160 años y 360º en 25.920 años, lapso este último, durante el cual una hipotética proyección del punto vernal (del latín ver:primavera), sobre la corona de constelaciones zodiacales, efectuaría una vuelta completa para regresar aproximadamente al punto de partida.


Además, en dicho ciclo precesional de 25.920 años, las estrellas polares Norte y Sur, se modifican varias veces, sin repetirse en el lapso indicado. El periodo cíclico-cósmico, que con mayor frecuencia aparece en casi todas las grandes tradiciones, no es tanto el de la precesión de los equinoccios, cuanto su mitad. Es este periodo el que corresponde notoriamente a aquél denominado gran año por los pueblos hiperbóreos, los caldeos, los persas preislámicos, los griegos y los atlantes, evaluado en 12.960 años.


Fuentes de origen hindú y caldeo, entre otras, señalan en cinco, o sea, el mismo número de los elementos del mundo sensible: Éter, Aire, Fuego, Agua y Tierra, la cantidad de grandes años que incluye nuestro actual ciclo cósmico, lo que hace un total de 64.800 años, a contar desde su ya lejano comienzo, hasta su culminación, luego de un crepúsculo final, para reiniciarse un nuevo ciclo en la cadena de los mundos.


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