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Simbología del Templo Cristiano (VI)
Publicaciones Orden del Temple - Simbología

 

Tetramorfo

Se designan así a los cuatro vivientes misteriosos que rodean al Cristo en majestad, y son la transposición plástica de la visión de Ezequiel y de San Juan. Se consideran estas figuras como los símbolos de los evangelistas, pero tienen otro significado más. Son los cuatro Querubines que forman el carro (Mercabah) vivo y cuadrado sobre el que el Eterno se aparece a Ezequiel y el Cristo a San Juan. En primer lugar representan los cuatro ángulos o pilares del mundo, es decir, los cuatro elementos constitutivos del mundo físico o los poderes sobrenaturales que los rigen, que proceden del soplo creador del Verbo.

Laberintos

El uso de los laberintos, parece haber sido muy generalizado en algunos países. En Francia se conservan los de San Quintín, Amiens, Bayeux, Chartres, Poitiers y muchos más. Los hay en Inglaterra, Alemania, Pavía (Italia), Cremona y otros. Su origen se remonta a muy antiguo y su analogía con el laberinto de Creta es cierta por inscripciones y representaciones.

 

Laberinto de Chartres (Francia)

 

Algunos están colocados en la nave a la altura del crucero, pero la mayoría están trazados al comienzo de la nave y se presentan al fiel tan pronto como se franquea la puerta. Suelen ser de círculos concéntricos u octógonos con un centro que lo ocupa una representación o motivo geométrico. Se sabe que los laberintos servían para unos ejercicios de devoción que tenían ciertas indulgencias, pero veamos otras explicaciones. Se ha querido ver en ellos la firma de la asociación de Compañones constructores, como ocurre en la Catedral de Amiens, en la que el maestro de obras se ha hecho representar en la parte central. Pero hay otra historia y es que en la antigüedad se utilizaban para proteger casas y ciudades contra las influencias maléficas, por lo que su papel de exorcista no se descarta, pero esa función no ha sido probada en lo que respecta a las Catedrales. Su destino era de orden espiritual y si consideramos sus repliegues y los ejes que se les superponen, vemos su semejanza con una tela de araña, lo cual simboliza al mundo y la dificultad de orientarse en sus repliegues; la vida con sus vicisitudes consecuencia del estado humano y de su inmersión en el mundo. La entrada en el laberinto es el nacimiento y la salida la muerte.

 

Abandonado a sí mismo, el hombre es incapaz de orientarse y se pierde. Para encontrar el camino ha de poseer el hilo de Ariadna que no es otra cosa que los propios repliegues concéntricos cuyo enmarañamiento solo es aparente, puesto que están constituidos por una línea continua, el hilo de la existencia; el cual permite al hombre volver a encontrar su camino en la Gracia Divina.

Su centro nos muestra un diagrama análogo al que rige la fundación del Templo: Una cruz inscrita en un círculo. Además la existencia de laberintos cuadrados, muestra que nos encontramos en el mismo terreno simbólico del círculo y su cuadratura. Así el laberinto se nos presenta como un símbolo cósmico, un microcosmos, en que la cruz cardinal, emanación del centro, ordena el caos aparente de los repliegues. Lo que cuenta pues en la figura es el centro, que se identifica con el centro del mundo al cual van a dar las líneas.

Su recorrido hacía las veces en algunos casos del peregrinaje a Jerusalén con indulgencias asociadas a esta práctica. El peregrinar, es una victoria sobre el espacio y el tiempo, porque su objetivo es alcanzar el centro supremo que no es otro que Dios y a niveles inferiores la Jerusalén celeste y la iglesia.

En la India el Mandala, que son círculos concéntricos sobre un cuadrado, sirve para las Iniciaciones. Se traza en el suelo y el neófito lo recorre para alcanzar el centro identificado con el Paraíso.

 

Candamaharosana Acala

 

En consecuencia, este peregrinar simboliza un auténtico viaje al centro, un viaje interior a la búsqueda del Yo, el Yo verdadero, que no se identifica con su cuerpo, esfera de las sensaciones, ni con su mente, esfera de los pensamientos, las ideas y la razón, sino con su espíritu, es decir, su corazón, que es donde reside la esencia humana, la imagen de Dios en el hombre. Allí está el centro de su Ser y todo el trabajo de su vida, es el de realizar ese Yo, es decir, adquirir conciencia de que ese es solo nuestro auténtico Ser verdadero. El hombre que por la gracia de Dios se ha instalado en ese centro, lo ve todo, el mundo y a él mismo con el propio ojo de Dios.


En ese esfuerzo, el espíritu necesita el sostén de soportes exteriores que canalicen la corriente sensible y la mental, y lo hagan entrar en la perspectiva del objetivo ayudando a que el hombre encuentre su propio centro. Esta es la función de las imágenes así como el laberinto, que entra en los Yantras, palabra hindú que designa a toda cosa o figura que sirva de soporte para la concentración y meditación. El Mandala es un Yantra de origen ritual.

 

(continuará)

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