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Simbología del Templo Cristiano (IV)
Publicaciones Orden del Temple - Simbología

 

Campanas y Campanarios

El campanario, no es un elemento primitivo de la iglesia cristiana. Fue más tarde cuando se extendió el uso de construir torres y colocar campanas en ellas. En el medioevo, el simbolismo de los campanarios se desarrolló en dos direcciones: Tan pronto se ve en las torres una imagen de María y de la iglesia, llamadas comúnmente Torre de David por la liturgia, siguiendo el Cantar de los Cantares, como por el simbolismo moralizador. Una y otro, fueron asimiladas por los predicadores que advertían e instruían a los hombres.

La forma del campanario, reproducía la forma del Templo mismo: Una cúpula rematando un cubo y además, la torre tiene un símbolo ascensional. La torre, con la pirámide y la aguja que la remata, sube al asalto del cielo y es una imagen de la montaña cósmica de la que hablaremos cuando tratemos el altar. Debe prestarse atención especial a las torres gemelas que flanquean la fachada principal de nuestras Catedrales, con un simbolismo claramente solar, en conexión con todo el edificio orientado y que son recuerdo de las antiguas columnas solares que serían el último avatar de los index primitivos, que servían para determinar de forma práctica la zona en que se desplazan las salidas del Sol al este.

 

Catedral de Burgos (España)

 

Esta zona, es el espacio comprendido entre el mínimo en invierno y el máximo en verano, es decir, las dos puertas solsticiales y relativamente situadas al norte y al sur. Algunos menhires de los alineamientos bretones han desempeñado este papel, así como los obeliscos que estaban ante los templos egipcios, las dos columnas del Templo de Salomón y la de los templos griegos primitivos. Las campanas, en una perspectiva religiosa, no hay más que leer el ritual de su bendición que desarrolla los temas de su simbolismo. Sorprende el carácter sagrado que se le confiere, su bautizo (análogo al del niño) y a la consagración de la iglesia, incorpora esa campana a la esfera sagrada y la asimila como a un neófito. Se le exorciza con agua bendita, se purifica por el incienso, se unge con óleo sagrado y por último se le impone un nombre y pone ropa blanca. Todos estos ritos, no se justificarían si la campana fuera solo un objeto utilitario para llamar a los fieles. Ella tiene un carácter sagrado muy marcado que se corresponde con el “ruido sagrado”. El sonido metálico, con frecuencia de bronce, sirve para indicar la presencia de lo sagrado y también desempeña un papel de exorcismo contra las fuerzas demoníacas. Se dice que el bronce es el metal más sonoro y que recoge el zumbido creador del alma del mundo. Así, atrae las bendiciones de Dios y repele los asaltos demoníacos fuera del Templo. A menudo, se grababan en las campanas fórmulas de conjuro contra el rayo y la tormenta o invocaciones tales como Ave María. La idea es que la campana transmite por las ondas sonoras la fórmula que llena, purifica y sacraliza el aire y el espacio por la virtud del texto sagrado.

A partir del siglo X, se colocó frecuentemente encima de los campanarios un gallo, antiquísimo símbolo cristiano asociado a la negación de Pedro, pero también a todo un conjunto simbólico que concuerda con el simbolismo de la torre y la campana, ya que es un animal solar. El gallo también tenía por misión, sacudir a los perezosos y llamar al culto matinal e igualmente de expulsar los malos espíritus, porque anuncia la luz del Sol que disipa las larvas nocturnas.

 

  Catedral de Sigüenza. Castilla (España)

 

Pila de agua bendita y Baptisterio


Uno entra en la iglesia como en una tienda. El área que ella delimita es un espacio sagrado que separa la esfera profana circundante al ámbito reservado para la Divinidad. Del vestíbulo al santuario, el fiel recorre la vía de la salvación que la iglesia reproduce en su traza: El pórtico con el nartex facilita la transición entre ambas esferas. La nave en la que resuena la Palabra de Dios que nos guía (Yo Soy el Camino la Verdad y la Vida), es también lugar de adoración. Por último el santuario centrado en el altar, como de hecho todo el edificio, infranqueable, separado de nuevo por la cancela, es el lugar de la Divina Presencia. Antes de penetrar en este mundo sagrado del Templo, el hombre ha de sufrir una lustración, el Bautismo, que es lo que se le invita a repetir purificándose con el agua de la pila.


Si la puerta, como todo el Templo, es un símbolo solar, la pila y el Baptisterio son acuáticos. La pila, primitivamente, estaba situada antes que la puerta, porque el Templo primitivo fue sencillamente el mundo, la morada de la Divinidad, pero como el mundo es demasiado vasto para ser aprehendido eficazmente en un acto ritual, el hombre redujo el Universo a un paisaje familiar representativo. Ello era constituido por un paraje elemental con una colina (túmulo), con su gruta, las piedras, el árbol y el manantial, todo circunscrito por un recinto que anuncia el carácter sagrado del lugar. Así fue el comienzo de los bosques sagrados. Cuando nació la arquitectura, el Templo se convirtió en una casa y sus componentes numerales y vegetales se transpusieron para constituir los elementos mismos del edificio. Mientras el recinto se convertía en muros, los árboles se transformaron en pilares, la piedra en altar, la gruta el nicho del ábside y el techo en cielo; así el Templo es como un paisaje petrificado. El manantial se convirtió en una fuente o reemplazado por una pila de abluciones; había fuentes junto a las antiguas iglesias y los fieles se lavaban en ellas manos y cara (“lava aquí tus pecados, no solo tu cara”); la pila reemplazó a las fuentes, poniéndolas primero en el exterior, luego bajo el porche y por último en el interior muy cerca de la entrada.

El símbolo es el mismo que el del manantial. Si la piedra representaba la duración, reflejo de eternidad, el árbol y el manantial anunciaban la vida y la regeneración. El árbol se renueva cada primavera y el agua es condición necesaria para toda vida.

Entre las fuentes antiguas, había una privilegiada que era la que manaba en el Baptisterio y se reconvirtió en las fuentes bautismales. La ablución bautismal es la única verdadera y lo que hacemos al entrar, no tiene otro valor que el de recordar y actualizar nuestro Bautismo. La cuba de la pila suele ser redonda, ovalada u octogonal. La del agua bendita a veces, es reemplazada por una concha. Toda cuba ritual, representa al océano primordial, las aguas del Génesis sobre las que se cernía el Espíritu de Dios para obrar la Creación, por eso es por lo que la pila posee el poder de obrar una regeneración. Cuando es octogonal, veremos que el 8 es un número sagrado en el cristianismo: Hubo ocho personas que se salvaron en el Arca (imagen del Bautismo y la iglesia); hay 8 Beatitudes que definen el Reino de los Cielos; la estrella de los vientos es el Espíritu que sopla sobre las Aguas Primordiales, es la estrella del mar. La concha, es un símbolo sagrado como utensilio ritual y como motivo ornamental. La concha, recuerda la matriz que es la que contiene las aguas originales y los gérmenes de los seres, evocando ese abismo oscuro de la energía creadora, por eso se ha convertido en emblema del segundo nacimiento, anuncia la otra vida y la resurrección. Todo ello explica su empleo como pila y como utensilio para el Bautizo. El significado de la concha se precisa con el de la espiral y la perla. La espiral, otro emblema de la Vida universal; y la perla se la considera producida por el relámpago penetrando en la concha. Es la unión del agua y el fuego, ambos bautismos, y el de Cristo en el alma por el del fuego. Quienes poseen y llevan la perla, viven y gobiernan con Cristo en la eternidad. Así el signo de la cruz hecho con agua, es un rito de purificación y sacralización. Antes de flanquear el recinto de la Casa de Dios, el fiel debe primero separarse del mundo profano y darse un carácter sagrado en armonía con el lugar que penetra.

 

 

(continuará)

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