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Los 72 Genios De La Kabalah (II)
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por María de Aquitania   
Viernes, 12 de Abril de 2013 00:00

Puede decirse en este sentido que el propósito de la Creación era precisamente éste: Crear un vehículo (el humano), capaz de cosechar una serie de experiencias destinadas a enriquecer al Gran Arquitecto del Universo, como dijo el Maestro Jesús: «Al Espíritu le ha sido dado carne y hueso para que pueda aprender quien es». En efecto, cuando una persona posee un potencial creador, le surge (si no está aletargada) la necesidad de ejercitarlo, para comprobar cuales serán los resultados. Y en este caso, éstos no se ajustaron a los planes primigenios. Y por una razón bien sencilla: El libre albedrío, el regalo supremo que Dios le concedió al ser humano.

Por culpa de, o gracias a su libre albedrío, Pinocho pudo burlar los proyectos de Gepetto de llevarlo al colegio y hacer de él un hombre de provecho; lo mismo le ocurrió al Creador. Los hombres se desviaron todo lo que pudieron de sus planes; en vez de recorrer, uno tras otro, los distintos pueblos, a algunos les dio por aferrarse a ellos (a los pueblos), como uno se engancha a una droga, perpetuándose por un tiempo prolongado en la misma raza, lo cual era contrario a toda evolución. De esta forma invalidaban las enseñanzas proporcionadas por el Genio regente del pueblo en cuestión, ya que repetían el curso encarnación tras encarnación. El resultado fue que los pueblos que profesaban un amor excesivo a su raza fueron dispersados para favorecer así su fusión con otras gentes no pertenecientes a la misma raza. Pero los hubo que, en el colmo de la tozudez y del desconocimiento total de los planes del Creador, aún encontrándose alejados de sus tierras, aún siendo dispersados, volvían a formar núcleos compactos en los que no dejaban penetrar a nadie ajeno a su raza; pero ésta es otra historia.

El hecho es que el hombre fue desgajándose cada vez más de sus raíces Divinas llegando, como ocurre ahora, a renegar de ellas por completo. Y precisamente en este momento en que hemos alcanzado un punto de inflexión, debemos empezar a recorrer el sendero al revés, es decir, emprender el camino de vuelta. Los 72 Genios han de ayudarnos a conseguirlo.

La personalidad de cada Genio ha sido creada ex profeso para el fin perseguido, es decir, para el programa que tiene que difundir. Veamos cómo se lleva a cabo esta operación : Las 22 letras del alfabeto sagrado, representan cada una un determinado estado de las energías cósmicas. Cuando la Divinidad desea escribir una frase determinada (es decir, crear algo en el mundo físico), moviliza su pensamiento para juntar determinadas letras y se forma una palabra que contiene un potencial preciso, del que emana eternamente una clase de energía, que ha de dar lugar a una realidad concreta en el dominio del pensamiento, de las emociones y en el mundo material.

En lo que se refiere a los Genios, el material energético que encierran las letras que componen sus nombres procede de los ángeles, los cuales tienen la virtud de poder desprenderse de su propia esencia sin verse mermados por ello. Si un hombre da un riñón, se queda sin él, pero en las esferas superiores no ocurre lo mismo, se puede dar un sentimiento, un pensamiento, sin provocar ninguna merma. Así sucede con los cuerpos angélicos, y ellos nos han dado su propia sustancia para que pudiéramos comprender la mecánica del Universo. Estos Genios, formados con esencias angélicas, tamizaron el alimento espiritual y disminuyeron su frecuencia vibratoria para que no cayera sobre nosotros con todo su esplendor y nos anonadara, o sea que convirtieron el «bistec» en papilla para que el ser humano no se atragantara con él, lo dividieron en asignaturas que podemos ir aprobando, vida tras vida, hasta obtener el diploma definitivo de seres humanos realizados.

Los 72 Genios están agrupados en nueve Coros, formados cada uno por ocho Rostros Divinos: Serafines, que trabajan en la esfera cabalística de Kether; Querubines, en la esfera de Hochmah; Tronos, en Binah; Dominaciones, en Hesed; Potencias, en Gueburah; Virtudes, en Tiphereth; Principados, en Netzah; Arcángeles, en Hod y, finalmente, Ángeles, en Yesod.

Orden de Sión+++

 
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