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Nuestro Dios Puede Rescatarnos (II)
Publicaciones Orden del Temple - Historias Bíblicas
Escrito por María de Aquitania   
Martes, 29 de Mayo de 2012 00:00

Lecciones valiosas para nosotros

 

Sadrac, Mesac y Abednego son buenos ejemplos de la fe, obediencia y lealtad. Los tres jóvenes hebreos, tenían fe en Yahvé. Su conciencia, educada en la Biblia, impidió que participaran en actos de adoración falsas o ceremonias nacionalistas. De igual modo, los cristianos hoy en día, deben confiar plenamente en el Dios verdadero, deben permitir que su conciencia bien formada les guíe y se nieguen a participar en actos que vayan contra las Leyes y Principios Divinos.

 

Aquellos tres hebreos fieles, confiaron en Yahvé y decidieron que no dejarían de obedecerlo, sin importarles lo que les ofreciera el rey de Babilonia en términos de reconocimiento social o gloria. Preferían morir y aún con sufrimientos, antes que perder su relación con Dios. Al igual que Moisés, que vivió antes que ellos, continuaron constantes como si vieran a Aquél que es invisible (Hebreos 11, 27). Tanto si Yahvé optaba por rescatarlos de la muerte como si no, estaban resueltos a mantenerse íntegros a los ojos de Él, en lugar de transigir para salvar sus vidas. Por lo visto, el apóstol Pablo, alude a su ejemplo cuando menciona a fieles que “detuvieron la fuerza del fuego” (Hebreos, 11,34). En tiempos modernos, los siervos de Yahvé, demuestran la misma fe y obediencia cuando se pone a prueba su integridad.

 

Del relato de Sadrac, Mesac y Abednego, también aprendemos que Dios recompensa la lealtad. El salmista cantó: “Jehová no dejará a los que le son leales” (Salmo 37, 28). En la actualidad, no podemos quizás esperar que Dios nos rescate de forma milagrosa, como hizo en el caso de los tres hebreos, pero  podemos estar seguros, que sea cual sea el problema que afrontemos, nuestro Padre celestial nos ayudará. Puede que lo elimine, que nos de fuerzas para sobrellevarlo o que nos resucite si perdemos la vida por mantenernos íntegros (Salmo 37, 10, 11,29; Juan 5, 28-29). Cada vez que se pone a prueba nuestra integridad y obedecemos a Dios, nuestro Padre, mas bien que a los hombres, triunfan la fe, la obediencia y la lealtad.

 

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