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Concilio De Éfeso (I) (XIX)
Publicaciones Orden del Temple - Concilios y Sínodos de la Iglesia Romana
Escrito por María de Aquitania   
Jueves, 22 de Marzo de 2012 00:00

La escuela antioquena, afirmaba de tal manera que en Cristo un hombre pleno, había sido asumido por Dios o que el Logos vivía en el hombre Jesús como en un templo, que existía el peligro de que la vinculación entre Jesús y Dios pudiera parecer sólo moral. Por el contrario, el peligro de la escuela alejandrina radicada el que el ser hombre de Jesús en su plenitud, no adquiriera una consistencia suficiente. Hoy vemos que se trataba de dos posiciones complementarias entre sí. Realmente en ese momento, la cuestión cristológica no estaba conceptualmente desarrollada del todo, y fue necesario que pasaran al menos treinta años, para que el Concilio de Calcedonia fuera capaz de expresarse apropiadamente y con rigor.

Los monjes siempre inquietos y con gran predicamento entre el pueblo y los obispos, apoyaron a Cirilo sin fisuras y con entusiasmo. Por su parte, el papa Celestino I condenó el nestorianismo en un Sínodo celebrado en Roma en Agosto del 430. Teodosio II, emperador de Oriente y Valentiniano III de Occidente, decidieron convocar un Concilio en Éfeso para Pentecostés del 431, el 7 de Junio, con el fin de conseguir la paz.

Aunque todos los obispos del Imperio habían sido invitados, sólo asistieron obispos orientales, sobre todo egipcios, asiáticos y palestinos y tres legados papales. En la sesión de apertura, a la que no asistió Nestorio que, aunque se encontraba en la ciudad, exigió que se esperase a todos los obispos que aún no habían llegado, ni el Patriarca Juan de Antioquia, fue leído y aprobado un escrito doctrinal de Cirilo, sobre la unión hipostática de las dos naturalezas de Cristo. En la misma sesión se condenó a Nestorio, depuesto de la dignidad episcopal y excluído de la comunidad sacerdotal, firmando los 198 obispos asistentes la condena.

Cuatro días más tare llegó Juan de Antioquia y en su residencia de Éfeso se reunieron más de cincuenta obispos y todos ellos condenaron la prisa de Cirilo, ya que a sus ojos, los jefes del partido de Cirilo eran herejes que participaban de las opiniones de Arrio  y Apolinar. La sentencia de deposición del Patriarca de Alejandría en cuanto responsable del golpe de fuerza del 22 de Junio y su excomunión, fue declarada por el obispo antioqueno y los obispos que le acompañaban. No cabe duda de que todo el proceso fue precipitado, no se respetó el derecho de los antioquenos a estar presentes en sus sesiones y de hecho, no se guardaron las formas debidas al Patriarca de Constantinopla, pero la doctrina aprobada confirmaba la tradición existente, aceptada tanto en Oriente como en Occidente.

El emperador Teodosio dudó un primer momento sobre la actitud que debía tomar, y en un principio declaró nulo el Concilio y depuso de sus sedes a los principales protagonistas, pero después se separó decididamente de Nestorio. Éfeso causó, pues, división y malestar, representado la victoria unilateral de una línea teológica sobre otra y provocó la ruptura entre Constantinopla y Alejandría, y todos aquellos que veían sus intereses dañados por la prepotencia de Constantinopla, se alinearon con Cirilo.

En las negociaciones posteriores entre Juan de Antioquia y Cirilo de Alejandría, se llegó a un acuerdo, aceptando ambos la “unión sin confusión” de las dos naturalezas, que era una noción antioquena, e decir, el intercambio recíproco de las propiedades de cada naturaleza. El Papa Sixto III, aprobó este acuerdo general conseguido en Oriente.

Parecía así que el tema cristológico había sido finalmente aclarado, pero volvió a surgir en Oriente por obra del monje Eutiques, quien con sus nuevas doctrinas parecía disolver la humanidad de Cristo en Su Divinidad, llegando a declarar que en Cristo no había más que una naturaleza: La Divina. Todo el confuso mundo doctrinal oriental, volvió a ponerse en ebullición y toda clase de acusaciones mutuas saltaron a la palestra. Tras una reunión confusa y violenta celebrada en Éfeso en el 448, la nueva emperatriz Pulqueria y su marido Marciano, decidieron poner manos en el tema, convocando un nuevo Concilio que fuera capaz de decidir sobre el asunto.

(continuará)

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