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La Experiencia de Dios en un Caballero Templario (I)
Publicaciones Orden de Sion - Reflexiones Espirituales
Escrito por María de Aquitania   
Domingo, 29 de Mayo de 2011 00:00

Autor: Monseñor C.R.

A quien me pregunta por el sentido del templarismo en la actualidad me gusta contarle una sencilla pero intensa historia que creo refleja bien el sentido de la experiencia de Dios.

Érase una vez un Caballero Templario que cabalgaba en solitario por los caminos, cuando se encontró con un mendigo, el cuál le pidió agua para calmar su sed. El Caballero Templario cortó la cuerda de su cincha y no dudó en regalar su cantimplora al hermano que mendigaba.

Posteriormente, el Caballero pudo observar como el mendigo caminaba tras de él, y, parándose le preguntó que quería, a lo que este contestó que aunque calmó su sed también tenía hambre, a lo que el caballero templario reaccionó entregándole también la bolsa de las provisiones y pidiéndole al mendigo que continuara su camino.

Un rato más tarde, de nuevo el Caballero observó que el mendigo le continuaba siguiendo, a lo que el caballero reaccionó de nuevo esta vez sin hacerle preguntas, cediéndole además la bolsa de monedas que tenía para provisiones, y siguió su camino, esta vez convencido de que el mendigo ya no le seguiría, puesto que le había dado todo lo que tenia de valor.

No era así, ya que el mendigo continuaba siguiendo la estela del caballero, y esta vez fue el caballero mismo el que se le acercó al mendigo, a preguntarle la razón de su actitud.

Me lo has dado todo, efectivamente; toda tu agua, toda tu comida y todo tu dinero, pero precisamente por eso, he caído en la cuenta de que hay algo aún más valioso que te lo guardas para ti, y que precisamente al verte he caído en la cuenta de que lo quiero ya, por encima de todo lo que me has dado, te devuelvo todo lo que me has entregado, a cambio de que me des aquello que hay en ti que te hizo dármelo.

Lo que me ha hecho dártelo todo, querido hermano, es DIOS.


La experiencia de Dios de un caballero templario, y de todo cristiano es muy distinta y muy singular a la experiencia religiosa de carácter antropológico, a tal punto de que muchos historiadores de culturas religiosas han llamado al cristianismo la religión del humanismo, o incluso la religiosidad ateísta.


En primer lugar, el Dios del cristianismo es un Dios que se humaniza, se encarna, muy contrario al hombre, que se caracteriza por querer constantemente endiosarse, siendo esta última idea, la de endiosarse, estrictamente humana y, tal y como insiste Cristo una y otra vez, estrictamente antidivina.


El endiosamiento va en dirección contraria a la divinización. Frente a un hombre empeñado en endiosarse, el Dios de los cristianos está empeñado en humanizarse, al punto que se convierte en hombre. Por tanto, hemos de colegir que hay una gran diferencia entre endiosarse y divinizarse, a tal punto de que son opuestos, para divinizarnos hemos de hacer lo opuesto de endiosarnos. Tenemos que renunciar a endiosarnos para divinizarnos Y esto es absolutamente privativo y exclusivo del cristianismo.


En segundo lugar, y en esta misma línea, es un Dios que perdona, lo que los propios hombres son incapaces de perdonar. Lo que caracteriza el Ser Divino del Dios anunciado por Cristo es el perdón, siendo el juzgar, el condenar y el poder, curiosamente, caracteres atribuidos milenariamente a la Divinidad, características humanas, y como diría Nietzsche, demasiado humanas que lejos de acercarnos a la Divinidad, nos alejan de ella.


Una entrega que se produce además en silencio. Nos acercamos a lo Divino cuando nos entregamos, cuando nos desfondamos, idea absolutamente opuesta a la cultura religiosa antropológica que concibe a la Divinidad como algo que recibe, que exige al otro, que se llena de ofrendas. Mucho me temo, por tercera vez que la idea del Dios que recibe es, de nuevo, "humana, demasiado humana". Jesús entrega Su espíritu, se queda sin nada, renuncia a todo adjetivo y pronombre posesivo, ya no le queda nada suyo.

En tercer lugar, mientras el hombre tiene una idea de Dios como alguien susceptible de recibir, como alguien que exige sacrificios y ofrendas de las criaturas inferiores, el Dios cristiano se caracteriza por un total y absoluto vaciamiento, es un Dios que se desfonda, se entrega por completo y gratuitamente. Lo Divino es la entrega gratuita en silencio, la suprema manifestación Divina tiene lugar en el silencio de la cruz, expuesta en un puro vaciamiento, el Todopoderoso Dios inclina su cabeza y "entrega" el Espíritu a la Humanidad.


En cuarto lugar, el Dios de los cristianos no es el ocupante de un trono plenipotenciario, ese lugar está vacío mucho antes que Nietzsche proclamara la muerte de Dios, El lugar que Dios libremente ha escogido para Él y en el que debemos buscarlo, es un lugar donde es imposible arrodillarse, donde es además poco agradable, la derecha del trono de Dios del que se habla en los Evangelios que se disputaban, esté posiblemente vació, pero no porque esté muy alto, ni porque sea muy difícil acceder a él, ese lugar está vacío porque ningún hombre lo quiere, para sentarnos a la diestra del Padre sólo tenemos que bajar a la altura de los pies de la humanidad, de los pies del hombre, allí encontraremos a Su Hijo, y por lo tanto al Padre, ya que el Hijo sólo hace lo que ve hacer al Padre, lavando los pies a la Humanidad.

(continuará)

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