Autor: M.C.R.

1.3 El Mal pone en marcha al héroe.

En todas la sagas y epopeyas heroicas se produce un mismo fenómeno, independientemente del lugar, época o características del héroe: La atracción intensa por la aventura difícil, desmesurada, la atracción por intervenir en momentos de peligro, al arreglo de entuertos. El héroe siempre parece estar disponible, o incluso, deseando intervenir en alguna Gesta que le permita colocar en orden-celeste lo que la contingencia puso en desorden (orden terrestre).

Aparentemente, hay una contradicción , porque al ser el mal un detonador que atrae la acción heroica y ponerle en marcha, bien pareciera que el mal es en realidad querido por el héroe. No es así, lo que ocurre es más bien un fenómeno inverso: El Héroe entiende que es precisamente por la pre-existencia del Mal por lo que su vida se justifica y se explica, es lo que da sentido a su misión en la Tierra, es lo que determinará su paso evolutivo y su completad como hombre.

La dificultad es un atractivo añadido a la necesidad del héroe de poner en orden todo aquel des-orden que encuentre a su paso. Ya que el orden es símbolo de acercamiento a la Perfección y el desorden de perdición y degradación en la Materia. Así lo explica Edmund Burke en “Origen de nuestras ideas sobre lo bello y lo Sublime”:

“La dificultad es fuente de grandeza, cuando parece que alguna obra no ha podido hacerse sin inmensa fuerza y trabajo, la idea es grandiosa”.

Si echamos un vistazo al Lancelot du Lac, por ejemplo, observamos como existe una presteza absoluta del héroe en poder intervenir en aventura, cuanto más arriesgada y más esté en cuestión la reinstauración del justo orden del Universo, más atracción existe. Así:

“Me había abandonado a una vida de molicie pero ahora tengo el Honor de desempeñar una misión.¡ He de liberar al hermano de mi señora y derrotar al maldito encantador Iweret!.Lo haré cueste lo que cueste…”

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