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Heroísmo y sendero: El Corazón del León (IV)
Publicaciones Orden de Sion - Reflexiones Espirituales
Escrito por Orden del Temple   
Martes, 05 de Abril de 2011 00:00

Autor: M.C.R.

1.2  La Belleza

El Amor heroico tiene como su objeto la Belleza. Un amor demasiado desmesurado como para ser comprendido totalmente por un objeto material al que nos apegamos, o una persona que nos hechiza, o un ser querido del que no queremos despegarnos. El Amor heroico nace de un Mundo Ideal que no se ve pero que se siente, se conoce a través de la Instrucción de los Maestros, y ese Mundo Ideal es el mundo de la Belleza esencial.

La Belleza es un modo de ser, no un agregado a un objeto, no es un atributo, sino un modo de Ser que lleva aparejado todos los demás atributos. Una Belleza que pertenece al Ser y por lo tanto es belleza en el Ser, el Ser que interpenetra en más o menos medida todas las cosas cotidianas y es el objeto de Amor del Héroe, por ello le cuesta decidirse por un solo objeto de Amor, y en su corazón alberga a toda su civilización, a toda la Humanidad, a toda la Vida. Las grandes hazañas de Hércules, Prometeo o Leónidas, por citar tres ejemplos eran hazañas realizadas por un Amor impersonal y metafísico, totalizador.

El Modo de Ser Bello se manifiesta a través de la tendencia de cada ente, de tender a la plenitud de su presencia, tendencia que cuando se hace consciente se vuelve deseo de transformación y transfiguración y por último deseo de unirse con el deseo original del que nace el Universo. Esa plenitud de cada ser es la Belleza que mueve al héroe, el Mundo Ideal que no ve pero al mismo tiempo ve en potencia en todo lo que hace y toca, de la misma manera que Don Quijote se empeñaba en ver poetas y Damas en simples malhechores y cortesana.

De hecho, para el Héroe no hay más mundo real que el Ideal, ya que lo que ve a su alrededor no es más que su imperfecta copia, su sombra por hacer , la planta de un edificio, el proyecto de una Ilusión, el niño que aspira a crecer. De manera que el héroe es un constructor de ese mundo Real no visible, que tiene por principal enemigo la resistencia a la evolución. Para Don Quijote la cortesana que tiene delante es en verdad la Dulce Dama que su Alma es, y que tiene que descubrir por encima de las groserías de su tiempo.

Y al desarmarle , como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le desarmaban eran algunas distinguidas y principales Damas de aquel Castillo, les dijo con mucho donaire: Nunca fuera Caballero de Damas tan bien servido. Doncellas curaban de él, Princesas, de su Rocino”.

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”

Todo idealista es un constructor en el mundo real. Los edificios que erige con sus esperanzas y ensueños son permanentes o transitorios, según sus pensamientos correspondan o no a las realidades. Antes de empezar a vivir en una expresión superior del Logos, es preciso haber comprobado su exactitud mediante la evaluación de sus expresiones inferiores. Cuanto más se ejercite la inteligencia en percibir cuidadosamente por los sentidos, más posible será vivir en el mundo de las ideas”.

Sólo existe un Ser en el universo entero; Él es el que mora en vuestras ideales construcciones. Todos los seres que nos rodean, y nosotros mismos, todos pensamos ser y constituir una entidad separada: Pero únicamente desembarazándonos de esta ilusión alcanzaremos la dicha de la vida.

Nos apegamos tenazmente a nuestra personalidad, como si nos fuera imposible subsistir sin ella. Pero si os interesan las cosas artísticas, ¿no os habéis identificado jamás con alguna creación de vuestro temperamento artístico, experimentando el arrobamiento inherente al olvido de uno mismo?. ¿Al escuchar la música de Beethoven no sentisteis que cesabais de ser alguien, para sólo ser algo maravillosamente indescriptible que escuchaba?. Al acariciaros la brisa en la playa, ¿no sentisteis como se desvanecía vuestra personalidad, para no ser más que algo infinitamente delicioso y puro, que se precipitaba en los brazos abiertos al encuentro de la fuente misma de la dicha?. Cuando el entusiasmo nos transporta, reconocemos instintivamente por intima.

(continuará)

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