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Mi espada es mi Cruz (II)
Publicaciones Orden de Sion - Reflexiones Espirituales
Escrito por María de Aquitania   
Viernes, 25 de Febrero de 2011 00:00

Autor: M.C.R.

Sólo podemos evolucionar mirando hacia arriba, pero ese sólo es el primer paso.

Después de mirar hacia arriba hay que caminar hacia arriba, por la pendiente, con todo el peso de nuestras miserias llamándonos a caer, a parar, a descansar, cuanto más subimos más sufre nuestro yo inferior, hasta que llega un momento en que tenemos que desembarazarnos de él para seguir subiendo, curiosamente, de momento es lo que nos permite subir, pero para él es contra-natura.

Un Templario sabe que hay otra Ley de la Gravedad, o mejor, descubre otra Ley de la Gravedad, que no es la que atrae hacia abajo con toda la fuerza del peso, sino la que llama hacia lo alto con toda la ligereza del vuelo, pero que al principio se hace sentir como una indomable afirmación de sacrificio:  Para ir hacia arriba tenemos que violentar nuestra naturaleza, vencernos a nosotros mismos en un combate-cruzada entre el Yo Inferior y el Yo Espiritual que jamás pueden estar juntos porque una mira hacia el subsuelo y otro mira hacia el cielo.

No seré yo quien os culpe de no querer subir hasta arriba, antes os agradeceré hasta dónde me hagáis compañía, eso tendréis para la próxima aventura, de ahí partiréis en la próxima encarnación.

Pero un Templario tiene que llegar hasta arriba, con los pies agrietados, las manos callosas, porque ser Templario es llamar al Karma, enfrentarlo a través del Servicio  desinteresado, y el premio es de nuevo...la cruz.

No hemos llegado hasta la cima, tras tantas jornadas y penalidades más que para encontrarnos con la cruz, la cruz está siempre en la cima, es la liberación del vehículo inferior que nos impedía volar, el quinto cuerpo actualizado en su vértice en un acto de Supremo Amor porque asumimos así el Karma de la Humanidad al morir por ella, cuando la propia muerte se entrega como expiación de otro, sin este paso es posible que no nos sacrifiquemos sino en vano, hemos de estar seguros en este punto.

El Abandono de Dios-¡Dios Mío Dios Mío ¿porqué me has abandonado?- en ese momento forma parte del Amor Supremo, el vehículo inferior ya no tiene donde agarrarse, ni a Dios mismo, sustento ultimo de su propio camino en la subida, ya no será necesario para nada.

"En tus  manos encomiendo mi Espíritu", no el cuerpo ya, claro. Esta afirmación no es, como dicen ciertos teólogos, una contradicción con la anterior, sino la consecuencia lógica del abandono de los cuerpos inferiores, a la vez que supone su última prueba, la aceptación misma del autosacrificio por el bien de la Humanidad aún ante el abandono de Dios, es decir, por la Humanidad misma. Debemos estar seguros que no buscamos el premio de la propia salvación como moneda de cambio del Servicio Templario.

La Cruz está entonces clavada en el Gólgota, llueve, haciendo florecer la Rosa, la Cruz del Gólgota es entonces símbolo de la espada clavada en la Tierra, la Tierra que busca un Rey...

Continuará...

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