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Mi espada es mi Cruz
Publicaciones Orden de Sion - Reflexiones Espirituales
Escrito por María de Aquitania   
Jueves, 10 de Febrero de 2011 00:00

Autor: M.C.R.

En las Enseñanzas de Caballería se cuenta que la espada hay que merecerla, es un atributo y símbolo del Poder Divino en las manos del Caballero que ha de ser merecida.

Empuñar la espada es coger la cruz y seguir al Cristo, merecer la espada y merecer la cruz es lo mismo, una espada no es más que una cruz, tiene su misma forma, la cruz del Caballero, que debe ser Redentora como la del Salvador y escándalo para los gentiles.

A través de la espada el Caballero sirve a los débiles, y es la espada también el final del Caballero, el sacrificio definitivo de su humanidad inferior simbolizado en la Rosa que florece en la Cruz, el Quinto elemento, semejante a la empuñadura que el Caballero blande, de manera que un Caballero es siempre un arma levantada, y también una cruz trasladada al propio Gólgota.

Merecer la espada es merecer el sacrificio, que no es la fatalidad ni la desgracia, sino un privilegio que ha de ser merecido a través de la superación de las pruebas discipulares, tras todo el camino no hay más premio  que la cruz, o lo que es lo mismo, la superación de nuestra naturaleza inferior, el final del Dharma humano, la conquista del Cuerpo Glorioso que nos convierte en servidores perennes del Plan del Cristo, pasando al Temple Eterno, desde dónde se sigue combatiendo...

La Milicia del Cristo implica una cercanía a la Cruz, al privilegio de la Cruz, una cercanía consciente como la de los antecesores Medievales, tomar la espada Templaria es pues tomar la propia cruz y seguir al Cristo incluso allí donde se quedó sólo, en la Agonía de su cuerpo de Hombre, no por sentimentalismo sino por evolución,  porque sino, como Él mismo dijo "a donde yo voy no podéis seguirme ahora". No es de extrañar por tanto, la consigna Templaria de no retroceder en combate, de no salvar la vida cuando podían haberlo hecho. no es más que querer seguir al Cristo a dónde no se  podía.

Nos acercamos al privilegio de la Cruz cuando vivimos la Regla y el Código de Honor, cuando somos expresión del Código de Honor, viviendo poniendo nuestra espada, (virtudes, cualidades, dones) al servicio permanente de los demás sin reservas. El sufrimiento de los vehículos inferiores al servir al bien ajeno antes que al propio, se transmuta en el gozo y crecimiento de los vehículos superiores, hasta que es inservible el mismo cuerpo de hombre y ya podemos ser "espíritus sirvientes", pero eso nos queda muy lejos todavía.

(Continuará)

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