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Mística Crística y Templaria (III)
Publicaciones Orden de Sion - Reflexiones Espirituales
Escrito por María de Aquitania   
Jueves, 01 de Julio de 2010 00:00

 

Dios, el Amor eterno en el Cristo, no castiga a nadie, somos nosotros los que nos castigamos con nuestros propios pensamientos, palabras y obras contrarias a la Ley del Amor. Y así se crean causas y más causas, cuyos efectos nos provocan dificultades en la vida, enfermedades, disgustos y muertes dolorosas. ¿Qué queremos hacer?. ¿Queremos seguir con nuestra carga siempre más pesada de nuestro ego inferior, con nuestras viejas costumbres de comportamiento, adquiridas en este mundo de tinieblas?, o ¿queremos de verdad avanzar hacia la Luz, la Verdad y ser libres?.

El Cristo nos llama en nuestro Santuario interno: “Dadme a Mi vuestra carga, vuestro ego humano. Deshaceos de él poco a poco, dejarlo a Mi Luz Redentora, para que Yo lo pueda transformar. Así conseguirás la liberación interna, que es la libertad en toda existencia y llegaréis a estar libres de temor y preocupación, porque sabéis que Yo estoy más cerca de vosotros que vuestro propio hálito. Este sentimiento de felicidad, lo deben experimentar Mis Soldados, pues necesito instrumentos de paz, libertad y unidad, para que haya paz y amor entre los hombres”.

“Hay una gran misión para cada uno de vosotros y al mismo tiempo, una tarea maravillosa, el entregármelo todo a Mi para que lleguéis a ser libres en Mi Espíritu”.

Para alcanzar esta libertad, para cumplir con nuestra misión, el Divino Maestro nos pide que practiquemos cada día más, el ver lo bueno en todo y en todos. Pedir perdón y perdonar cada día más. Entregar a Él todos nuestros problemas y dificultades, poniéndolos en el altar Redentor y liberador de nuestro Santuario interno y no volver a atraerlos. Entonces sentiremos Sus fuerzas y le encontraremos.

Así, a través de Él, la Fuerza Redentora, purificaremos nuestros subconsciente y encontraremos la liberación de nuestro ego humano; encontraremos a la verdad interna y escucharemos Su voz, y a través del Cristo, escucharemos la Palabra del Padre para Su Hijo. Es necesario que nos orientemos hacia el Supremo, esperarlo a lo más alto, pues somos Hijos del Altísimo.

 

(continuará)

 

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